domingo, 28 de mayo de 2023

Héroes sin miedo [#BlueTrain/113]


Incluso contando con las dos chicanes incorporadas en 1990 a la larga recta de Les Hunaudières o Mulsanne Straight, La Sarthe sigue siendo un trazado rápido y, a la vez, muy exigente con la mecánica y neumáticos debido, entre otras circunstancias, a que obliga a los vehículos a disponer de un buen equilibrio aerodinámico que también permita resolver las abundantes zonas viradas. Promediar adecuadamente el rendimiento es un arte, y en Le Mans: una prioridad.

En 2022 se cubrieron 5.177,88 kilómetros a una media de casi 236 a la hora, descontado el tiempo que pasó el Toyota vencedor en garajes, lo que nos da una idea bastante plástica de lo que supone rodar en el gigante francés durante los 380 giros que completaron Sébastien Buemi, Brendon Hartley y Ryo Hirakawa.

El La Sarthe actual no es el más corto de la historia con sus 13,626 kilómetros de cuerda, pero sigue siendo grande. 

Entre 1923 y 1928, por ejemplo, llegó a sumar 17,26 kilómetros. A partir de la edición de 1929 y hasta 1931, las remodelaciones lo dejaron en 16,37. Del 32 al 67 quedó recortado a 13,49 kilómetros, y del 68 a 1971 se redujo unos metros más, hasta los 13.469 de distancia total. Del 72 al 85 aumentó tamaño, concretamente hasta los 13,64 kilómetros. Entre 1986 y 1989 quedó reducido de nuevo a 13,528, pero desde 1990 y hasta 2001 alcanzó los 13,60, y a partir de entonces ha sumado metros y se mantiene en la cifra que mencionábamos en el párrafo anterior.

El galo es un trazado grande, repito; descomunal más bien, que por sus características e idiosincrasia puede resultar perverso a veces aunque siempre será difícil. No es apto para cualquiera y quizás por ello significa tanto terminar una cita en Le Mans...

Os leo.

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