A finales de agosto de 1983 aprendí que no hay inundación pequeña ni posibilidad de esperar a mañana por ver si escampa, cuando el cielo ha derramado 600 litros por metro cuadrado en un intervalo cortísimo de tiempo.
Dejo la responsabilidad de sus palabras a la ignorancia de los muchos que andan quejosos por la suspensión del Gran Premio de la Emilia-Romagna, pero ni el Autódromo Enzo y Dino Ferrari ni sus zonas aledañas, y no tan aledañas, estaban este próximo fin de semana para contentar el exigente paladar de los aficionados que claman por ver carreras sí o sí, pues si no: ¡vaya chapuza!
En todo caso, y por aquello de estirar el texto al menos un par de párrafos más, sí me merece la pena echar el ratito sobre una cuestión que está pasando algo desapercibida, pues desde que Liberty Media anda con la monserga de sobrecargar el calendario con más de 23 o 24 citas no pasamos de las 22, y este año no va a ser diferente.
Este dato debería hacer reflexionar a cualquier integrante de la cúpula de nuestro deporte —sé perfectamente que no va a suceder—, pero mi abuela ya decía en mi pretérito pluscuamperfecto que quien mucho abarca poco aprieta y, claro, saturas de pruebas las fechas disponibles y no te queda espacio para reubicar nada a cuenta de cualquier contingencia inesperada que surja. El riesgo de todo esto es alto, ya que te expones a que sobrevivan cagarrones como Miami o Las Vegas, o Jeddah, y sucumban a las urgencias del negocio trazados como Shanghai o Imola, que no es que sean la bomba pero mantienen su puntito en cuanto a F1 se refiere.
Tal vez 22 sea una cifra (¡la cifra!) más aconsejable, pero qué sabré yo a pesar de que el Cielo sigue señalándola desde 2020.
Os leo.
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