Desgraciadamente la vida no es eso que desearíamos sino eso otro que nos sale al camino. Sergio Pérez ha vencido en Bakú y, hoy jueves, los que acusaban hace nada a los españoles de ser hooligans por su seguimiento incondicional al asturiano (sic), continúan comportándose como si Red Bull les debiera algo.
No soy quien para arruinar los sueños de nadie, Dios me libre, pero en Milton Keynes siempre suele quedar uno, como en Los Inmortales.
Que sea casualidad o no que la elección del destino recaiga siempre (también) en aquel que ha mirado Herr Doktor Marko debería sacarnos de dudas al respecto de lo que sucederá al final de esta temporada. Ocurrió en 2010 con Mark Webber, en 2014 con Daniel Ricciardo, y de nuevo en 2018 con el australiano haciendo de secundario de lujo que terminó desterrándose a falta de un papel estelar para él.
Checo no necesita todo este ruido que se ha montado a su alrededor ni la histeria de su papá, mucho menos la algarabía fomentada por los cuatro candidatos de turno que se desgañitan por parecer a cuál más bobo, con tal de convertirse en el nuevo faro de la Fórmula 1 para sus fans. La austriaca no es un lugar abonado a los milagros —no hay más que mirar su historia reciente—, lo que aconseja que disfrutemos del mexicano sin exigirle demasiado, no sea que se nos rompa.
Os leo.
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