Nunca se debe hacer una pregunta cuya respuesta conocemos y ésta, que está circulando estos días en boca de muchos aficionados, es de esas, de las que no apetece mirar a la cara ni contestar, claro, no sea que descubramos que ya sabíamos la solución.
Bakú a Miami y, sin recuperar el resuello, a Imola, el sueño verde de cualquiera que ande preocupado por la salud de nuestro viejo planeta, nos ha jodido mayo con las flores, pero, ¿qué hacemos en Florida?, un circuito plano que apenas ofrece alicientes. En la península oriental de Estados Unidos hacemos lo que en el resto de lugares que nos propone Liberty en el calendario oficial de la Fórmula 1: básicamente el idiota, servir de excusa para la huida hacia adelante de la norteamericana, porque como se caigan algunos decorados de este tinglado sí que vamos a estar apañados, todos, del primero al último.
Al poco de que a Bernie le dieran la patada en 2017, la Bruja de Blancanieves profirió una de esas frases que siempre me han reconciliado con él: «La F1 es un 5 estrellas Michelin, no un antro de hamburguesas.»
Hay que tener las cosas muy claras y saber mucho de nuestra actividad, para prever con antelación meridiana en qué nos iba a convertir Liberty Media, pero el cabroncete lo hizo entonces al igual que lo había hecho antes en otras tantas ocasiones, y ello a pesar de lo olvidadiza y apasionada que es la gente, que riendo las gracias del patrón en cada ocurrencia, va y se pregunta ahora ¿qué coño hacemos en Miami? como si no supiera la respuesta.
Os leo.
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