Triunfar, fracasar, el automovilismo deportivo no va sólo de eso...
Enzo Ferrari ha pasado a la historia como el hombre cuya marca competía para vender deportivos y seguir así compitiendo, pero no fue el único. A Colin Chapman se le afea no haber conseguido en Resistencia lo que en Fórmula 1, pero, salvando las distancias con los grandes de entonces, no le fue nada mal porque necesitaba dinero, sabía de dónde sacarlo y, finalmente, lo obtuvo de iniciativas pequeñas que pusieron sus respectivos juguetes en diferentes parrillas o incluso en la de Le Mans a partir de que el británico comenzó a dejar ver su producto en la edición de 1955.
Sus trastos no eran vehículos vencedores, el propio Chapman se las tuvo que ver en más de una ocasión con el ACO en La Sarthe, pero resultaban asequibles de precio y ofrecían en pista ese tipo de sensaciones que busca quien puede darse un capricho, y qué carajo, todo aquello está en el ADN de los Lotus de Fórmula 1 porque ayudó a pagar la fiesta a partir de 1962.
Os leo.
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