martes, 7 de mayo de 2024

Humildad, divino tesoro


A los futboleros se les ve el plumero no más pronuncian «humildad» reclamando el vasallaje que los peores aficionados exigen a los pilotos, y si rematan la faena utilizando en la misma frase el término «alonsismo», además de futbolero sé que estoy ante un idiota que no ha superado el destete.

Según nuestra Real Academia de la Lengua Española, humildad significa «Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento», mientras que para los british tiene otro significado [humility]: «Cualidad de no pensar que eres mejor que otras personas», algo más cercano a lo que considera la RAE como «modestia».

Alonso no es modesto porque lo avalan montones de argumentos, en todo caso, para el momento en que un gilipuertas de estos, que tanto abundan, discierne que está usando un concepto equivocado cuando pide a Fernando que «sea más humilde y reconozca sus errores», el rival ya le ha metido veinte goles, por usar términos balompédicos, pues en Fórmula 1, una vez se han apagado los semáforos, ni la modestia ni la humildad sirven de nada, salvo, acaso, para acunar el ego de los parvulines y evitar así que se hagan pipí y popó en los pantalones si les llevan la contraria.

Netflix y las on-board siguen haciendo estragos, las consolas también, pero no es tan complicado imaginar lo que supone manejar un cacharro de 5'60 metros y casi 800 kilos de peso, cuando toma la primera curva de un Gran Premio rodeado de rivales. Ha alcanzado la máxima potencia metros antes y está reduciendo mientras busca hueco y la mejor trazada para acelerar de nuevo, todo en milésimas de segundo. Proteger el vehículo y las gomas, no tocarse con nadie, sometido a unas inercias que pusieron los huevos de corbata a todo un Matador cuando su hijo conducía un simple deportivo de Maranello [dentro enlace].

El supuesto error del asturiano fue hacer su trabajo, pero se encontró con Lance, que quería evitar el volumen del Haas de Kevin y a Lewis que venía como un loco perdido por el interior. Alonso abordaba la misma trayectoria que Norris, fue Stroll el que titubeó porque intuía la que se le venía encima si no corregía.

Un regalo de primero de «alonsismo» que la parrilla se sabe al dedillo: Hamilton, cuando fuerza una situación, busca siempre el contacto con el monoplaza que va por el exterior para resituarse —la hazaña de Silverstone 2021 consistió básicamente en lo mismo—, ergo Stroll hizo lo correcto, aunque, a la postre, se acabó convirtiendo en la principal víctima colateral del lío descomunal que acabó con Piastri en el verde.

No me he tomado la molestia de hacer capturas porque tenéis a mano abundante material videográfico. Pillad las vistas cenitales del aborde del primer giro al circuito de Miami, ahí veréis claramente cómo Lance se queda en tierra de nadie cuando el GOAT asoma por sus retrovisores. La FIA no consideró pertinente penalizar al ídolo de masas, pero esto resulta irrelevante, como a mí continuar con la redacción de este texto, ya que un futbolero no lo entenderá jamás y yo no moveré un dedo si coge aire y amenaza con no volver a respirar.

Os leo.

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