miércoles, 15 de mayo de 2024

De parche a parche


Podría acelerar pero no me conviene. Esto va de gestionar fuerzas y llegar vivo al siguiente relevo, y a meta, si es posible viendo la ajedrezada en primera posición. Total, no han pasado ni 72 horas desde que publiqué la última de Nürbu y, puesto que disponía de dos comodines he preferido consumir uno antes de que el pasito lindo del reloj nos situara a 15 de mayo.

Hoy pretendo echar el ratito con vosotros recordando una historia vieja, tan antigua que hablé del Sigma y sus soluciones [Pininfarina Sigma] apenas un mes y medio antes de que la lluvia obligara a Kimi a cambiarse de ropa y pillarse un helado, mientras la FIA de Mosley se pensaba lo de reanudar el Gran Premio de Malasia de 2009.

No lo hizo, obviamente, y el pagafanteo añoso arremetió contra el flanco débil de todo esto, y llamaron cobardes y nenazas a los pilotos, y compararon nuestra actividad (para mal) con otras competiciones donde los coches montaban faros y luces antiniebla, disfrutaban de limpiaparabrisas y llevaban las gomas carenadas por la carrocería...

Somos unos cachondos de tomo y lomo, la verdad, y a la mínima montamos una pista nueva en el Circo, que, total, no sirve de nada porque nunca nos hacen caso pues los british sacaban brillo más lustroso a las herramientas de los que mandaban entonces, como hacen ahora con la de Liberty Media.

El Sigma resultaba interesante en enero de aquel año porque, prácticamente cuarenta años antes, Carozzeria Pininfarina ya daba lecciones magistrales sobre cómo concebir como un todo un vehículo seguro, que sigue siendo la asignatura pendiente de nuestro deporte. 

La base era un Ferrari 312BA, y se reconocía, pero ya pensaron en la italiana en el problema que podían suponer los alerones desprendidos o reducir a mínimos la separación de la cabeza del piloto con la parte superior del arco antivuelco, por ejemplo, o el riesgo que acarreaba situar los depósitos de combustibe laterales sin apenas separación con el habitáculo. Por pensar, también se pensó en los restos de pavimento desprendidos por los neumáticos al rodar —¡qué asfaltos aquellos, rediós!—, y en el agua y el spray...


Crearon de la nada y con abundante generosidad, una serie de alternativas elegantes y asequibles que se materializaron en el Sigma, un diseño global de verdad, al que deberían estar mirando la FIA y Liberty antes de continuar permitiendo parches como los que hemos visto hace nada en Fiorano.

Esto iba de monoplazas con cockpit y ruedas descubiertas, ¿no? Pues sumando la presencia de los tapacubos actuales, se han lucido desde los mandamases a la propia Maranello, porque fue ver las faldillas de caucho colgando de los engendros traseros, recordar el camión de Prost, y que casi me diera un yuyu. Se pueden hacer las cosas bien, medio bien o mal, pero en la máxima disciplina no deberían tener cabida lo ramplón ni lo improvisado.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué maravilla!
y qué recuerdos, tuve dos Sigmas en un Scalextric que heredé hace ya 40 años...

Como dice Reverte, lo nuevo es lo olvidado.

pocascanas dijo...

En mi país (en pleno Coño Sur) las faldillas de caucho de los camiones llevan inscripciones, que pueden expresara la gratitud de quien maneja el vehículo como enviar mensajes a quien ocasionalmente lee ese trozo de caucho. Me lo imagino en un F1 y me parto de risa... ;)

Saludos desde mi país (en pleno Coño Sur)