domingo, 26 de mayo de 2024

Esperando al bus


Tiene su puntito enternecedor encontrarme con que, la misma chavalería que en 2018 me recriminaba mi poco apasionamiento para con nuestro amadísimo deporte, no más que por andar criticándolo en Nürbu sin que hubiera mañana, ande ahora metida en cruzadas contra la FIA, contra el trazado de Montecarlo, el tránsito o el tamaño de los vehículos, o la porquería que produce Pirelli o lo atontada que parece Liberty con los tostones que nos obliga a meternos entre pecho y espalda por mor del espectáculo.

Apostaría a que con la edad se les pasa, pero, honestamente lo digo, no creo que suceda porque han transcurrido seis años desde aquello, y ellos sólo han cambiado de bando, que no madurado.

Les daba una de 1950. El Grand Prix de Mónaco propuesto a 100 giros. Ducha en la primera vuelta [La ola de Tabac], y Fangio que toma la primera posición y no la suelta hasta el banderazo final. Detrás ocurrieron cosas, que diría don M. Rajoy, pero no excesivamente entretenidas ni motivadoras según los cánones actuales, básicamente porque la Fórmula 1 era entonces una actividad para adultos.

Al igual que los pilotos tienen que pasar una vez por Ferrari, si pueden, obviamente, para sufrir a La Scuderia y conocer de primera mano lo que significa el término «presión», todo conductor de monoplazas quiere vivir Mónaco cuantas más veces mejor porque sueña con vencer en las calles del Principado y consagrarse allí como uno de los mejores de la especialidad, y esto vale también para los constructores y fabricantes.

No es por nada, pero a pesar del empeño porque recordemos sólo números, el trazado monegasco sigue manteniendo intactos los nombres de sus estrofas: Santa Devota, Beau Mirage, Massenet, Casino...

¿Mucha densidad de tráfico durante la clasificación?, ¿demasiada ocasión perdida?, ¿las cosas no salieron conforme a los pronósticos? Tampoco hay que preocuparse tanto. Si queremos algo rapidito siempre nos quedará Change.org para presionar a los Grimaldi, y obligarles a que pidan parné a París y se monte en Mónaco un óvalo de cuatro vértices que enjuague las lágrimas de tanto desencantado llorón.

No me miréis mal, estoy bajo la marquesina esperando tranquilamente al bus, pensando en que, la gente que no entiende el Gran Premio de Mónaco, a lo peor vuelve a ver Rush y piensa que la cinta es una película de zombies.

Os leo.

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