Después de confundir a Campanilla, confirmo que a Peter aún le quedan algunos trucos bajo el pañuelo que ciñe su cabeza.
9 de mayo otra vez y la sesión avanza pero sin parecer que consuma kilómetros, sólo paciencia. Quedan por delante 18 pruebas y 4 tonterías de esas que se disputan al sprint pero como pisando huevos...
Lo de pisando huevos no es mío, ya quisiera, sino de un animal de carreras como Michael Schumacher, que viendo cómo estaba el percal en su retorno en 2010, nos avisó ya de que estábamos sentenciados a muerte. El Gran Caimán no es un cualquiera ni mucho menos ese piloto que le gustaba a mi padre. El alemán se desayunaba tres o cuatro Hamilton con nata y aún le quedaba hambre para poner en su sitio a Massa o para recordar a Barrichello quién mandaba en pista.
Al Kaiser se le cruzó la vida, como a Hilly y, acaso, también a mí, supongo...
Se descuidó como nos descuidamos mi mentor y yo, y a los tres nos mandaron a enfriar la cabeza, tiempo de reflexión y tal. Michael tuvo mala suerte con eso. Preston la tuvo mejor pues hizo como el Chueco y abandonó a tiempo los guantes y el casco, para, más tarde, recordar generosamente que seguía vivo, mayormente abusando de los climas templados, los paseos y la lectura. En mi caso me exilié a Groenlandia, viví con los inuik soportando desde el interior de un iglú la noche larga, las ventiscas y el frío, total, para nada...
No hemos acabado aún la pretemporada y escribo para aquellos que no me leen —algunos se ponen como Bachi-buzuks cuando les piso el callo, y me leen, pero sólo en ese momento—, lo que supone que, de momento, escribo capeando el temporal de idioteces que nutre nuestra actualidad a la espera de vientos más amables.
También escribo para los que entendéis cada tecla y giro en Nürbu porque me leéis de siempre, pero sois viejunos como yo, y sabéis de sobra que luchamos en una guerra perdida desde que Liberty Media puso ojitos a las nuevas generaciones, considerando, eso sí, que pisar huevos sigue resultando una idea aceptable. No voy a arrugarme ahora.
9 de mayo, de nuevo. Os leo.
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