domingo, 22 de agosto de 2021

Y se hizo la luz...

Bueno, dejamos Bommarito (IndyCar) para esta tarde o mañana y echo un ratito breve hablando de las cosas buenas que sigue aportando la competición a los vehículos de calle, la iluminación, por ejemplo.

No he seguido la noche completa en La Sarthe por razones obvias (ya voy sumando una edad, capisci?), pero sí lo suficiente como para visibilizar de nuevo la enorme evolución que han sufrido los faros, básicamente porque en Le Mans hay que ir muy rápido en todo tipo de condiciones y ello obliga a ver muy lejos para circular con seguridad y disponer de un tiempo precioso en caso de evitar un incidente o, simplemente, solventar un problema. 

El circuito francés está muy bien iluminado pero no en su totalidad, algo lógico porque un elevado tanto por ciento de sus 13,626 kilómetros discurre por vías normales abiertas al tránsito rodado el resto del año. En ellas se ve bien, claro, pero en zonas como la larga recta de Les Hunaudières y Mulsanne, o entre la curva que lleva este nombre e Indianopolis, no tan bien como exige la competición en unas 24 Horas, lo que explica la enorme importancia que tienen ahora mismo los reflectores de luz, porque además de para asegurar la propia visibilidad deben molestar poco o nada a los conductores de los vehículos rivales...

La tecnología actual en este campo es asombrosa, como hemos podido comprobar desde las cámaras on board, y esto me ha llevado a recordar, como anécdota, que entre los titubeos iniciales, se terminó eligiendo en 1922 el formato de jornada completa para las 24 Horas de Le Mans, con noche incluida, precisamente por responder al interés por dar a conocer sus productos de la incipiente industria francesa de los faros para coches. Lo contábamos así en noviembre de 2018:

«Pero quien recibía a Durand en París era Charles Faroux, un periodista forjado previamente como ingeniero en la Polytechnique, editor en 1922 de La Vie Automobile, quien entreveía inmediatamente las enormes posibilidades del experimento y proponía, a su vez, que la cosa aumentase a 8 horas, cuatro de día y cuatro de noche, sabedor del interés que había entre los industriales por publicitar sus faros. Sí, los faros» [París, 1922 (#24LeMans 00)].

Os leo.

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