El tipo de la instantánea de arriba no es Enzo Ferrari sentado en una silla de camping sino una de las centenares de versiones que tenemos de él, ésta, en concreto, encarnada por el actor italiano Augusto Dall'Ara en la película Rush.
En realidad da igual cuál de ellas visitemos, ya que siempre vamos a darnos de bruces con el estereotipo tallado en granito por los ingleses: hombre atormentado y de trato serio, dolido con su propia existencia, adusto muchas veces, mediterráneo, mujeriego, ingeniero notable que las pagaba creando sueños sobre cuatro ruedas sin importarle un carajo lo que pensaban o escribían de él, aunque ojito con meterse con su escudería, La Scuderia, el auténtico amor de su vida.
Obviamente, puesto que los british han escrito la historia de nuestro deporte, sobre las espaldas de Il Commendatore han recaído todo tipo de pecados, incluso inventados, como ese que reitera hasta la náusea que Ferrari no sería Ferrari sin el apoyo de Benito Mussolini a la industria italiana del automóvil durante el periodo de entreguerras, aunque oculta de manera calculada la influencia del Plan Marshall en Gran Bretaña, así como las ayudas tecnológicas bajo mano que dispensó Washington en el transcurso de la Guerra Fría a la felona patria de la Queen, que influyeron decisivamente en el despegue de la industria aeronáutica y automotriz isleñas marcando el cambio de escenario que sufrió la F1 con la aparición de la aerodinámica a partir de mediados de los sesenta del siglo pasado.
Leyendo o escuchando según qué comentarios suelo preguntarme qué quedaba del fascismo en 1947, o qué rastro de humanidad vio Gianni Lancia en los ojos de Ferrari para ceder a la de Il Cavallino Rampante el proyecto D50 diseñado por Vittorio Jano; o qué tipo de magia ejercía el de Módena, que siempre supo rodearse de mentes brillantes, leales, juramentadas a proteger el escudo de Baracca así cayeran chuzos de punta; o qué sortilegio hizo que L'Avvocato Agnelli aguantara a nuestro protagonista incontables insolencias y arranques de soberbia latina, cuando, nominalmente, apenas era algo más que un empleado, el director de una filial de la todopoderosa FIAT después del primer rescate de 1963.
Y hoy, cuando el Reglamento FIA para 2026 continúa perpetuando los escasos márgenes en que se mueve la aerodinámica de monoplazas, me apetece recordar que, hace décadas, el mismo Enzo Ferrari del que estamos hablando acuñó la frase La aerodinámica es para la gente que no sabe hacer motores, y que por eso mismo hablamos de unidades de potencia desde 2014, en la actualidad de V6 (ICE) capaces de modificar por dilatación el volumen de los cilindros, pistones y cámara de combustión, a pesar de que los que escriben la historia hayan olvidado mencionar a un tal Enzo Ferrari en sus análisis y redacciones.
Os leo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario