Ha comenzado el ordeñado intensivo de la vaca Hamilton y esto no hay quien lo pare, así que hagamos un poco de cultura del esfuerzo y dediquemos una pequeña reflexión a lo triste que es la vida para tipos como Antonio Giovinazzi, quien después de comerse las peores temporadas de la escudería de Hinwil ha visto cómo su asiento lo arrendará un chino de China a partir del año que viene.
Guanyu Zhou trae pasta caliente bajo el sobaco, dólares, vil parné, que en nuestra querida plutocracia deportiva es lo que realmente vale. El resto son pamplinas y muchas ganas de marear la perdiz, que todavía no salgo de mi asombro leyendo a quienes aclaran que es normal lo que ha pasado porque el italiano no ha hecho nada (sic).
Alfa Romeo no ha hecho gran cosa y Antonio se ha convertido en una víctima más de ese Saturno capitalista que sólo devora a los hijos que carecen de avalista. Guanyu lo tiene y se salva, Antonio no lo tiene y va directo a la cuneta para que lo pateen los entendidos y la turba de gilipollas que les siguen. Fin de la historia. En la máxima expresión del automovilismo deportivo sólo hay sitio para los mejores o para aquellos que tienen padrino o pueden pagarse el capricho.
Ahora bien, entre Stroll, Mazepin, Schumacher, Tsunoda y Latifi, ahora Zhou, por jorobar me quedaría con Giovinazzi de calle, pero esto ya no importa.
Os leo.
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