jueves, 2 de julio de 2020

El capital humano [18-06-2020]


Se nos está echando encima el inicio del campeonato, y puesto que después del Gran Premio de Austria [I] comenzaré mi rutina habitual de colaboración con otros medios, parece que viene que ni al pelo la ocasión de recordar un artículo de opinión que escribí hace un par de semanas para MomentoGP, en cuyas líneas reflexionaba sobre una de las numerosas peculiaridades que adornan nuestra actividad de 2010 a esta parte: no contar con el capital humano por atender antes a las necesidades económicas de los equipos. El conductor cuenta cada vez menos, y es sintomático porque la pieza más golosa a cobrar y con la que más pecho se saca es, precisamente, el Mundial de Pilotos...


Las dudas que hay sobre la continuidad de Sebastian Vettel a partir de finalizar esta temporada —hasta ese instante todavía estará vigente su relación con Ferrari—, han reabierto el debate sobre el desperdicio de capital humano en la Fórmula 1.

En caso de que definitivamente se retire, el tetracampeón del mundo 2010 a 2013 contará con tan sólo 33 años (los cumplirá el próximo 3 de julio), prácticamente uno más que Nico Hulkenberg a su salida de Renault y dos con respecto a Nico Rosberg cuando decidió abandonar la máxima categoría tras la consecución de su único título (2016). Independientemente de las razones que llevaron a estos dos últimos a dejar atrás nuestra disciplina —Rosberg colgó los guantes y el casco después de asumir que había conseguido todo lo que quería (y podía) en la F1, y la de Enstone prefirió sustituir a Hulkenberg por Esteban Ocon para esta temporada—, sus casos, sumados al de Vettel, repito, si finalmente se marcha, nos plantean un escenario en el que la edad es lo de menos y cobran una importancia inusitada las oportunidades, ya que en nuestra actividad, ahora más que nunca, disponer de un buen coche resulta imprescindible.

Por contextualizar un poco, cabe recordar que Michael Schumacher salió de Ferrari con 37 primaveras, en 2006, y tras volver a la competición con Mercedes GP en 2010, se jubiló en Brackley al terminar 2012, con 43. Es una mera referencia, desde luego. El Kaiser es mucho Kaiser y establecer comparaciones resulta bastante arriesgado incluso con su etapa en la de tres puntas, pero creo que nos sirve porque, en definitiva, el heptacampeón pudo aportar a la actividad una experiencia de 10 años más que la que han podido dar nuestros protagonistas, y esto, en un lapso de tiempo que roza la década.

No sé cuándo la Fórmula 1 decidió dejar de exprimir sus mejores limones hasta la cáscara, pero me parece sintomático que ni Hulkenberg ni Vettel tengan ante sí oportunidades que les permitan continuar con un mínimo de dignidad, y, por descontado, que Rosberg no las percibiera en su momento.

Los tres se pueden considerar rápidos y podemos arrogarles la capacidad de proporcionar espectáculo en pista, siempre y cuando el monoplaza acompañase, y en este sentido, no está de más recordar que Sebastian y Nico, el hijo de Keke, han gozado de infinita más suerte que Hulk. Pero a lo que vamos: es un hecho que en la actualidad escasea el sitio en la parrilla para pilotos experimentados que a priori siguen estando en lo mejor de su vida profesional y que difícilmente pueden ser considerados viejos. Caso aparte de Kimi Raikkonen, que este octubre cumplirá 41, la edad de los conductores es relativamente baja por término medio y, por qué no decirlo, también los montantes de las nóminas que pagan por ellos cada equipo, cuestión que, honestamente, pienso que explica mejor lo que está sucediendo.

Dietrich Mateschitz, cuando en 2014 decidió no sentarse a negociar la renovación de Vettel con Red Bull, lo explicó de esta manera: «… a la vista de los problemas con el motor actual, no se necesita a ningún tetracampeón mundial en un equipo que ante el dominio de Mercedes, en el mejor de los casos puede ser el mejor del resto.» Suena duro pero al final todo se reduce a esto. En época dominada por el negocio, la imagen, la técnica y los ingenieros, el piloto ha perdido su tradicional importancia y cualquiera puede cumplir ese papel dentro de lo que supone haber llegado a ser una opción para las escuderías, que no es fácil, obviamente, y si resulta barato mejor que mejor, aunque todo ello entre en franca contradicción con que la Fórmula 1 siga considerándose el máximo exponente del automovilismo deportivo, pues se permite el lujo de rechazar la experiencia como activo y dilapida un incalculable capital humano con tal de ahorrarse unos miserables dólares.

Os leo.

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