Todo esto de que haya sentado mal en cierto sector apuradito de nuestra afición que Max haya mostrado intención de llevar el número 1 sobre su coche de 2022, sólo me trae gratos recuerdos de la primera gran victoria que endosé a mis cuñadas.
Corría la primavera de 1986, y, aunque ya había salido ileso de algunas refriegas con la que más tarde sería la parte política de la familia, estaba por venir lo mejor. Cata y yo habíamos decidido casarnos. El sector oficialista se había impuesto y transigí con que mi inmolación se ejecutara en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Algorta —me llevo bien con el Altísimo y, luego de hablarlo, ni a él ni a mí nos pareció relevante que el feliz acontecimiento se celebrara en su terreno, porque, a fin y a cuentas, mi infinita generosidad en aquel momento me iba a ser recompensada con creces posteriormente.
Lola, una de las hermanas de Cata, fue la primera en desposarse y mi queridísimo y hoy tristemente desaparecido cuñado Pepe, llevó para la ocasión chaqué y una determinada corbata. La corbata en cuestión fue usada por Jacinto en su enlace con Isabel, otra hermana de Cata, armada en otro chaqué diferente, claro, y en 1985 por Víctor, con su chaqué correspondiente, cuando se casó con Regina, también hermana de Cata.
A mí no me vestían con chaqué ni anestesiándome. Un hijo de la margen izquierda del Nervión no viste chaqué salvo en misión secreta de operaciones especiales. ¡No, no y no! Tras algunos rifirrafes domésticos quedó claro que no iba a llevar el coño chaqué, pero quedaba la bendita corbata de Pepe —menos mal que no eran sus calzoncillos, un suponer—, y me mostré tajante: ¡No, es mi boda y la corbata la elijo yo!
Había amainado el temporal, o eso habíamos querido creer Cata, el Creador y yo, cuando en la visita oficial que rindieron mis padres a los de ella, aparecen dos de mis cuñadas con la corbata de los demonios tratando de convencer a Amama de lo bonito y edificante que sería que yo plegara velas. A ver, lanzar a una madre contra un hijo es pecado de lesa humanidad y acción torticera a más no poder. Sorteé la situación con torería y valor, pero tuve que enfrenterme a los consabidos ¡es bonita y te pega!, ¡no te pongas cabezón, total, es sólo una corbata!, ¡venga, hombre, que un día es un día...!
Yo había clavado el tacón de la bota en tierra y el asta de la pica descansaba en ella...
No os aburro más. En la familia de Cata se extendió la idea de que yo iba a ir a mi enlace a pecho descubierto, como mi tío Marcos cuando desfilaba con los Tercios de la Legión, cuerpo al que perteneció, pero el 26 de julio de 1986 por la tarde, mis 67 kilos en mi 1'63 de estatura, bien torneados y con tableta en el abdomen dado que me daba al montañismo y la natación, aparecieron embutidos en un traje compuesto por pantalón gris marengo de hilo con raya definida, camisa color salmón claro, chaqueta niquelada azul marino y corbata de la misma tonalidad.
No era la corbata de Pepe y disponemos de una fotografía en la que se aprecia el dedo corazón de mi mano derecha en posición altiva, pero es sólo una ilusión óptica.
A ver, si hay un gilipollas en la historia Hamilton vs. Verstappen, que es a lo que íbamos antes de mis disparates, ha sido Lewis, quien en 2015 eligió vestir el 44 en vez del 1 que representa al campeón del mundo vigente. La normativa permitía escoger y él lo hizo. Yo siempre he pensado que el británico quiso hacerse notar porque no sabe vivir sin ser el unicornio blanco que destaca en todas las instantáneas, el finado en el entierro, el niño en el bautizo y el novio en la boda, pero Max ha decidido darnos una hostia en la cara para que volvamos a apreciar que llevar el 1 es atribución de quien ha resultado el mejor en el campeonato anterior. Él también podía elegir, y lo ha hecho.
El caso es que hay quien lo lleva francamente mal, pero yo os leo.
3 comentarios:
Me parto...
Vaya con la corbatita... y te casaste el día que yo cumplía 16 añitos!!!!
Vaya, Maestro, pues ya somos dos los que cumplíamos años aquel 26 de julio, veintidós en mi caso.
En lo del chaqué te doy toda la razón, es prenda de señoritos pijos (jauntxus) y por tanto pecado mortal en un tipo auténtico como tú. Además, si era empeño de tus cuñadas hiciste muy bien en poner pie en pared, nunca se sabe que hubiera venido después si llegas a pasar por ese aro. :)))
Salud!
Publicar un comentario