viernes, 21 de enero de 2022

Con Jero [Del «Wasp» al «Phantom»]

Ayer pasé la tarde con Jero [@jeroitim] y de su mano hice mi primera incursión en Twitch, en su canal, claro. La idea original iba de hablar de la que se considera primera experiencia con efecto suelo en Fórmula 1, el BRM P142 de 1969, que fue un monoplaza que no llegó a correr jamás pero sentó las bases de lo que años más tarde visualizaríamos en el Lotus 78 de 1977, el primer wing-car que disputó un campeonato, ganándolo en 1978, queda apuntado.

Obviamente no íbamos a empezar la casa por el tejado, y decidimos comenzar nuestro «érase un vez» por los cimientos, ya que, contrariamente a lo que se piensa, la aerodinámica no llegó a nuestro deporte de la mano del genial Colin Chapman y su equipo, sino que estaba mucho antes aquí, aunque enfocada a otros menesteres.

Había que explicarlo y nos pusimos a ello, primero tratando de que se entendieran que las enormes posibilidades bélicas de la aeronáutica permitieron su abrumador desarrollo gracias al empeño de las naciones en dominar los cielos. El automovilismo no tuvo tanta suerte ni dispuso de tantas toneladas de dinero del contribuyente. Su dependencia de la industria automotriz fue clave en la aparente poca evolución de concepto que manejaban los coches de carrera de finales de los 50 del siglo pasado con respecto a los autos de antes de la I Guerra Mundial. 

Se había avanzado en numerosas áreas, es indiscutible, también en la aplicación de la aerodinámica a los vehículos de competición, pero mientras el McDonnell Douglas F-4 «Phantom» se constituía como el más firme defensor de los valores de Occidente en todo el mundo frente a la amenaza de la URSS, en los previos de los sesenta, la Fórmula 1 seguía anclada en los preceptos articulados sobre el Marmon «Wasp» que ganó la primera edición de las 500 Millas de Indianápolis en 1911.

El automovilismo deportivo había pasado en menos de 50 años, de liderar el ámbito de las ideas a convertirse en un segundón muy segundón, pero el Climax FPF L4, un motor pequeño y con sus aqueles por ser un cuatro en línea, permitió al equipo Cooper de 1958 redefinir el concepto de monoplaza. El habitáculo se adelantaba, el volumen del propulsor ya no suponía un problema y, en líneas generales, había espacio a mansalva...

Espacio (superficie libre), fue un concepto clave en el desarrollo posterior, porque tanto la sustentación (liftforce) como la sustentación invertida (downforce) dependen del área disponible. ¿Llegamos tarde? No, no nos pongamos dramáticos. Llegamos cuando disponíamos de unos neumáticos que podían soportar las nuevas fuerzas que se iban a manejar, cuando las suspensiones podían encarar los nuevos retos, cuando había empuje suficiente y los materiales y la tecnología de entonces nos permitieron soñar con que era posible hacer aviones que surcaran el asfalto...

Entre el «Wasp» y el «Phantom» sólo hay divergencias de propósito. Una vez las cosas empezaron a encajar, la Fórmula 1 comenzó a recorrer el camino que había hecho años antes la aeronáutica. El P142 de BRM supuso el primer jalón, los Chaparral 2F y 2J, el Brabham BT46B, marcaron el territorio y el Lotus 78 nos mostró el camino que ahora siguen las creaciones de la parrilla y que, con la Normativa 2022, retomará el tema del efecto suelo.

Yo lo pasé fabulosamente, Jero me dice que también... Aunque dentro de unos días habrá versión en Youtube y me será más fácil encajarlo en el cuerpo de una entrada, ya tenéis disponible el resultado de nuestro repaso a la historia en crudo, sin edición, en el enlace siguiente: ¿Cómo se llegó al Efecto suelo?

Disfrutadlo, al menos como disfrutamos nosotros del viaje. 

Os leo.

1 comentario:

Cao Wen Toh dijo...

Sólo pedirte un favor: para la próxima le pides de mi parte a Jero que se ponga el micro en la boca y no lo deje mirando a Cuenca.