No creo que le haya llegado a molestar siquiera. John Elkann viene de estirpe legendaria pero no vive en el frío Palazzo Papale di Maranello porque prefiere las mullidas atmósferas que ofrecen los modernos santuarios del dinero. Tiene que ver con su abuelo Giovanni Agnelli, el gran Gianni, que un cuarterón de su sangre también corre por sus venas, y ya, porque venir en jueves a decir lo que se podía haber dicho el domingo por la noche sólo significa que los ricos también lloran y necesitan su minutito de gloria.
Doy por seguro que alguien, en un descuido, le ha llamado presidente y él, a lo Joaquín Reyes, se ha dicho ¡coño, si soy el Presidente!, y a partir de ahí ha surgido la idea de la huída hacia adelante. Amonestación pública a los pilotos y deslegitimación del pobre Mattia Binotto, vamos, lo que viene siendo de siempre enseñar la yugular al enemigo.
¿Gana algo La Scuderia con todo esto? Nada, no gana nada en absoluto. Si ya somos un poco el hazmerreír del paddock sólo nos faltaba que el Presidente de la cosa nos diera un toque de atención con focos y taquígrafos. Luca Cordero di Montezemolo rompía televisores, abandonaba el circuito con cara de pocos amigos, llamaba viejo chocho a Bernie, etcétera, pero en la medida de sus posibilidades procuraba abrir la boca cuando se encontraba más sosegado, y sobre todo: lo hacía a tiempo.
Además, la ocurrensia de anunciar el fichaje de Leclerc antes del Gran Premio de Italia del año pasado tuvo que salir del despacho del Signor Presidente porque no se le habría ocurrido ni al que asó la manteca. La temporada no había terminado pero aquello desestabilizó a Sebastian, quien a partir de la cita en Monza 2018 ya no ha vuelto a ser el mismo...
John Elkann empieza a ser sinónimo inquietante de hacer las cosas a destiempo. Como elefante en cacharrería viene a resolver un problema que él mismo ha creado, pero dejando como secuela otros que estallarán cuando sus respectivos contadores lleguen a cero. No me parecen maneras. Ferrari no lo merece.
Os leo.
Doy por seguro que alguien, en un descuido, le ha llamado presidente y él, a lo Joaquín Reyes, se ha dicho ¡coño, si soy el Presidente!, y a partir de ahí ha surgido la idea de la huída hacia adelante. Amonestación pública a los pilotos y deslegitimación del pobre Mattia Binotto, vamos, lo que viene siendo de siempre enseñar la yugular al enemigo.
¿Gana algo La Scuderia con todo esto? Nada, no gana nada en absoluto. Si ya somos un poco el hazmerreír del paddock sólo nos faltaba que el Presidente de la cosa nos diera un toque de atención con focos y taquígrafos. Luca Cordero di Montezemolo rompía televisores, abandonaba el circuito con cara de pocos amigos, llamaba viejo chocho a Bernie, etcétera, pero en la medida de sus posibilidades procuraba abrir la boca cuando se encontraba más sosegado, y sobre todo: lo hacía a tiempo.
Además, la ocurrensia de anunciar el fichaje de Leclerc antes del Gran Premio de Italia del año pasado tuvo que salir del despacho del Signor Presidente porque no se le habría ocurrido ni al que asó la manteca. La temporada no había terminado pero aquello desestabilizó a Sebastian, quien a partir de la cita en Monza 2018 ya no ha vuelto a ser el mismo...
John Elkann empieza a ser sinónimo inquietante de hacer las cosas a destiempo. Como elefante en cacharrería viene a resolver un problema que él mismo ha creado, pero dejando como secuela otros que estallarán cuando sus respectivos contadores lleguen a cero. No me parecen maneras. Ferrari no lo merece.
Os leo.
1 comentario:
Si al mundo se lo comunicaron en Monza a Vettel se lo deben haber comunicado en Alemania
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