jueves, 3 de enero de 2019

La guerra de los cicerones


Pues sí, las canas sirven para algo, sobre todo si están bien llevadas...

Os cuento: hace años, en mi primer o segundo viaje a Sevilla tuve ocasión de asistir a un hecho bastante peculiar y asombroso. En el exterior de la Plaza de España dos tipos se empujaban en plan Verstappen y Ocon en Interlagos, mientras a su alrededor dos grupos de turistas observaban el acaecido entre perplejos y asombrados, o inmortalizándolo para la posteridad con sus cámaras —¡que no falte el clásico!, aunque aún no estaba extendido el uso de los móviles para estos menesteres. 

Sevilla no tiene nada que ver en el asunto, faltaría más. Tiempo después he visto a mendigos darse de mamporros por su cachito limosnero frente a la Iglesa del Carmen, cerquita de la Plaza del Sol de Madrid, o en pleno Casco Viejo de Bilbao, a un guía siendo evacuado por los municipales después de una trifulca con otro guía contrincante, y esta vez con brecha en la cabeza y abundancia de sangre... En fin, que esto de proteger las alubias y el terreno que uno considera como exclusivamente suyo está muy extendido y no es patrimonio de ninguna ciudad.

El caso sevillano sí me chocó más, pero fundamentalmente por el comportamiento de los dos grupos de turistas, que en vez de intervenir para separar a los dos cicerones e impedir que la cosa llegara a mayores, se limitaron a observar el lío como si formase parte del programa de actividades para la jornada. Permanecían separados por una línea imaginaria bien definida, y ni siquiera la traspasaron cuando aparecieron los de la local e impusieron orden en aquel desatino...

Y bien, llega la Rolex 24 at Daytona y ya empiezan a visualizarse los primeros ¡vendo, vendo! en redes sociales. 

En nada nos ponemos en el consabido ¡mi mierda es mejor que la tuya porque tiene mayor calidad!, básicamente porque todos los años ocurre. Sucedió en 2017 cuando Fernando exploró la Indy 500, y en 2018 con el WEC y la pasada edición de la Rolex 24...

Imagino que va en la esencia del ser humano, pero no deja de ser chocante la respuesta del público, que se alinéa con su cicerone de cabecera y no se arruga de allí ni así la maten. Como telón de fondo está el tema crematístico y el puto colegueo. Este portal o este canal no es el adecuado porque allí no se labra el porvenir mi amigo, y así... Parece cutre decirlo, pero en la mayoría de los casos la crítica al otro lleva metralla en sus entrañas porque en redes sociales resulta infinitamente más sencillo tumbar supuestos enemigos que aceptar que hay quien disfruta de mejores oportunidades en su vida profesional.

Bueno, nuestros cicerones ya están tomando posiciones y hoy me apetecía recordaros que las ruinas o los edificios, o el espectáculo, van a continuar donde están y seguirán sin depender, tanto como se nos hace creer, ni del traductor de turno ni de quien decide por nosotros que es mejor que vayamos de su mano, ni siquiera de los amiguetes de éste último. Y también quería deciros que si, llegado el caso, vemos cómo los guías se lían a boinazos por quién se queda con las habichuelas, no seamos tan gilipuertas y políticamente correctos como los turistas de mi recuerdo sevillano y al menos les afeemos el gesto, pa'ver si aprenden y por ver si dejan de dar la turrada, no más.

Os leo.

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