domingo, 20 de enero de 2019

Rubinho y los hombres buenos


Le hablas de esto a los integrantes de la chavalería actual y te buscas un marrón seguro, pero hubo un tiempo, aquí mismo, en eso que llamaban la web 2.0 de entonces, en que todos teníamos además de un héroe y un villano en la parrilla, a un par de buenos reservas, o tres, todos ellos pilotos cojonudos a los que se quería y defendía porque sí, desde las entrañas.

Mi último offensive guard aparte de mi Felipe, claro, fue Pastor Maldonado, todo un señor incomprendido que tras vencer en Montmeló y ser elevado por Kimi y Fernando sobre sus respectivos hombros, tuvo los santos cojonazos de ayudar a evacuar el box de Williams después del incendio que se montó allí, incluso llevando a un chaval sobre sus espaldas. Creo que era su sobrino, pero qué más da ahora, la memoria de los Isusi está aquí para recordaros que la cara de pánico del zagal resaltaba la serena fiereza cobriza del rostro del cacique indio que ha iluminado siempre a un tipo que aterrizó tarde en la Fórmula 1, porque si llega a hacerlo cuando Juancho Montoya no tenía que pedir permiso por radio para adelantar y Michael se abría paso a codazos, seguramente otro gallo nos cantaría...

También he sido muy de Esteban Gutiérrez aunque se haya notado poco. En general, soy muy de todo lo que tenga que ver con Texas para abajo al otro lado del Atlántico. Hace unas temporadas, defendías a Checo y te exponías a perder el amor de tu vida. Y si tratabas de ajustar cuentas con la xenófoba prensa british, todavía lo tenías peor.

No me arrepiento de nada, ni de haber sido de Rubens Barrichello cuando todo el mundo lo considera actualmente poco menos que un piloto que pasaba por allí ya que sus números no dan para más.

Independientemente del archiconocido Gran Premio de Austria 2002, el paulista ejerció de pieza fundamental en la leyenda Schumacher desde que aterrizó en La Scuderia y hasta que fue sustituido por Massa en 2006. Su paso por Honda tampoco fue la bomba a pesar de haber conseguido batir a Jenson Button en 2008. Y bueno, al año siguiente, en 2009, se encontró con la necesidad británica de tener un Campeón Mundial de las islas bajo pabellón de la estrella de tres puntas.

Santo y bueno, aunque todavía duele aquello de si era normal ir perdiendo un segundo por vuelta después de un paso por garajes, pregunta a la que su ingeniero de pista respondió sucintamente: «Es normal, Rubens, es normal...»

Rubinho ha sido tan grande que aceptó su estatus y llegó a proclamar: «Si han favorecido a Button, cuelgo el casco mañana mismo... Sé que Ross Brawn no haría algo semejante. Me pidió que pilotara para él y sabe que yo quiero competir limpiamente con Jenson...»

Sólo un buen escudero puede hacer este tipo de cosas. Sólo alguien que ha asumido que siendo integrante de los veinte o veintidós mejores volantes de la Fórmula 1, la fortuna siempre le mirará de reojo o le dará la espalda. Ahí, si me lo permitís, radica la gigantesca grandeza de nuesto protagnista.

La pena es que los gregarios no son ahora lo que hace dos décadas, incluso una si apuramos mucho. Siguen siendo fundamentales para el espectáculo pero la peña se descojona de un Webber o un Bottas, o un Raikkonen, y entiende como normal que todo un Kaiser tome venganza en Hungría 2010 con quien fuera su sombra leal en Ferrari. O que Vettel se salte la Multi21 en Malasia 2013, o que el alemán de Heppenheim se haya venido sosteniendo desde 2014 hasta esta fecha sobre los cadáveres deportivos de Daniel (Ricciardo) y Kimi.

Y sí, soy de Rubinho, a muerte, porque cuando tienes dos dedos de frente sólo puedes estar del lado de los que lo dejaron todo para que la chavalería actual vea vídeos en Youtube y considere que su esfuerzo fue inútil y ni valía la pena...

Barrichello salió por la puerta de atrás de BrawnGP, como Jenson, sea dicho de paso, a pesar de haber hecho tercero aquella dura temporada, y acabó tronzado y sin despedida oficial en Williams porque llegaba un tal Bruno Senna que se lo iba a comer todo...

Así se escribe la historia de lo nuestro y así os la cuento, más que nada, por si se os han olvidado los matices con el paso del tiempo.

Os leo.

No hay comentarios: