miércoles, 14 de noviembre de 2018

¿Nos vamos a Ascot?


Me gustan estos momentos en que todo está decidido, o casi, porque se abre un apacible espacio en el que los gorilas del Virunga enseñan herramienta y marcan territorio, y los que se han pasado la temporada dando lecciones aquí y allá, bajan el tono y las orejas porque, en el fondo, todos nos conocemos.

Incluso los trolls comienzan a volver a sus respectivas moradas de invierno, a quitar el polvo, a hacer la colada y adecentarlas un poco, que tanto tiempo fuera de ellas ha pasado factura y no es plan evitar el frío durmiendo sobre más mugre que la necesaria. Los ñúes miran con tristeza el Serengueti y la sabana los despide hasta el año que viene, consciente de que volverán, ora siendo de Max; ora otra vez de Sebastian si le va bien al zagal; ora de Lewis, la apuesta buena.

Y fiel a su cita anual, la FIA nos promete otra vez que las simulaciones aventuran un 2019 cojonudo de la muerte. Pena que pocos lo crean porque llueve sobre mojado y los problemas estructurales continúan sin estar resueltos. En todo caso, que nadie nos amargue la fiesta. La Fórmula 1 es el pináculo del automovilismo deportivo porque sí, porque lo dicen los british y porque no hay nada mejor para pasar una tarde de niebla y llovizna que jugando al bridge...

Recuerdo que a mi buen Martín le gustó poco que dejara de firmar como Orroe mis desinteresadas contribuciones al negocio de Bernie. Él, que antes que nadie ya le daba a los óvalos y las carreras americanas en aquel portal, Zeptem —donde también habitaba mi querido Mikel Azpitarte—, vio con meridiana antelación que, sin protección, en internet se corren más riesgos de los aconsejables.

Creo que lo cuento en mi libro de próxima aparición —el día menos pensado os doy un susto de narices, así que menos risitas, que os veo—, pero cuando preparaba la entrevista a Maese [#VKt-02 (Carlos Castellá)], tiré más de Herzog que de otros manantiales. 

Entonces se hablaba poco en España (o nada) de la IndyCar y otros fenómenos norteamericanos, no como ahora, pero lejos de dejarme atrapar en las redes de mis queridos frikis, precisaba de una visión adulta de aquel mundo para mí tan extraño y Martín (y Mikel) resolvían mi ecuación. Ambos conocían los dos universos y resultaban tremendamente fiables, de forma que pude encajar dos preguntas a Carlos sin que notara él que yo no había jugado a eso en mi puta vida. 

Pasa el tiempo y estoy escuchando en estos momentos al búho de Gorliz, nuestro nuevo vecino, pero el deporte sigue buscando la cuadratura del círculo por enésima vez consecutiva, C'est la vie, Sebastien. Y lo que es peor: nos vuelve a jurar que lo ha encontrado...

Haré que me lo creo, como siempre, y dejaré que los gorilas diriman a golpe de pulmón y garganta las lindes de sus respectivos reinos. Los trolls y los cobardes no me preocupan tanto, la verdad, pero si la FIA dice que 2019 va a ser estupendo de la muerte, ahí que nos vamos a Ascot, a disfrutar del Grand National. Son british, poseen la verdad, por qué no creerles...

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

El problema no radica en cómo ellos vendan su mercancía, el problema está en cómo la compramos cada uno de nosotros.

Saludos desde el Coño Sur