La IndyCar ha llegado a nosotros para quedarse, y aunque haya espesitos que maldicen la hora, bienvenida sea, ¿no?
Llevar un blog como Nürbu, que este próximo agosto cumplirá 12 años, te permite ver las cosas con cierta distancia por el simple hecho haber vivido casi de todo, por ejemplo, el respeto que daba hablar de IndyCar, Nascar o cualquier otra competición norteamericana, no fuera a ser que en cualquier desliz en redes sociales te llamasen cuñao.
Me pasó con la NBA. Soy de los Spurs texanos desde antes de que Pau llegase allí. Mi gran amigote Miguel ha sido entrenador de equipos juveniles en España y me resulta habitual charlar y charlar de baloncesto aunque la ACB siempre me ha tirado bastante menos que la gran liga por antonomasia. Sigo en Twitter a Ramón Trecet y con mi otro buen amigo Gonzalo, el de Chicago, solíamos hablar de los San Antonio Spurs hasta que se cruzó en mi camino el listo de turno e insinuó sarcástico: ¿también le das a la NBA...?
Hay guerras en las que no merece la pena intervenir y lo dejé, como dejé de hablar de béisbol —Saint Louis Cardinals de Missouri, y porque mi cuñado Tim me regaló una gorra cuando hice de padrino de su boda con mi hermana no sé ya ni los años que hace, que sigo usando alguna tarde tonta, sea dicho de paso—, y de NFL y los Baltimore Ravens... y tantas cosas que abandonas en el camino por evitar que un gilipollas te afee en público.
Sin curriculum y credenciales tienes poca defensa ahí fuera, y la IndyCar entraba en esta zona intocable hasta que Fernando decidió hacer las 500 Millas de Indianápolis el año pasado. Me animé, como muchos de vosotros, y aquí estamos, a comienzos de noviembre de 2018, con muchísima más información que antes, con más noticias y mayor espacio y mayor cobertura en España, y todavía hay imbéciles que lo ven mal porque se les está acabando el chiringuito y la exclusividad...
No voy a molestarme en recordar que cuando hablamos de espectáculo cuanta más gente lo siga siempre es mejor y ganamos todos, pero aprovechando que Marcus Ericsson se nos va a hacer la Indycar de los demonios y casi ni apetece hablar de ello porque lo conoce todo pichichi a estas alturas de la película, bien merecería una pequeña reflexión al respecto de si el problema real que sufrimos no se debe a lo raros que resultan algunos ámbitos del automovilismo deportivo, sino a la necesidad de que sigan siendo raros que muestran algunos de nuestros más señeros juntaletras y gurúes.
La IndyCar ha llegado para quedarse, repito. Y eso, que os leo.
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