lunes, 30 de octubre de 2017

Carpe diem!


La culpa es mía, para qué vamos a engañarnos.

La chavalería y algún gurú suelto insisten una y otra vez en que hay que hablar de Fórmula 1 y tratar por igual a todos los pilotos. Uno hace caso, escribe sobre técnica, estrategia, negocios, invierte su tiempecito en odiar a Vettel y a Hamilton sólo lo justito —es ironía, no jodamos—, y llegada la hora en que un fenómeno en ciernes como Verstappen empieza a enseñar los galones en México DF, los mismos que dan consejos olvidan que quedan aún dos carreras para cerrar el campeonato y alaban sin ton ni son al de Tewin, elevándolo a estas horas a categoría de leyenda y con dos cojones. ¿Y Max?

Cada uno gasta de lo que tiene y como le da la real gana, hasta ahí podíamos llegar, pero un suponer, si Sebastian vence en Interlagos y Yas Marina, y al mismo tiempo Lewis hace dos ceros porque se lía con los botoncitos del volante o se le va la pinza, cosa por otro lado nada descabellada, este Mundial tendrá de aquí a un mes una pinta bien diferente a como se colorea en estos instantes, no sé si me seguís.

No tengo bolita de cristal; mejor dicho: no me funciona adecuadamente. Así las cosas soy de los que piensan que hasta el rabo todo es toro y que conviene no lanzar las campanas al vuelo porque luego puede venir Paco con la rebaja y jodernos la historia.

De forma que con el permiso de esta gente, por simple salud mental vamos a hacer como que el Gran Premio de México sigue siendo la decimoctava prueba del calendario y aún quedan por disputar las de Brasil y Abu Dhabi, y nos vamos a centrar en la naranja mecánica, ese portento de criatura que nos reconcilia con lo que era la Fórmula 1 hasta que llegaron los entendidos, los listos de todo pelo y condición, los que siguen sin entender que los números son una puta mierda si no hay detrás un alma que les dé sentido. 

Se comentaba desde hace semanas que Red Bull podía echar una manita al tetracampeón de Ferrari y lo cierto que ayer le fue al cuello en el Hermanos Rodríguez...

Vettel la cagaba en la salida y Verstappen no se lo pensaba dos veces. Peleaba la posición con el alemán y tras él subían Bottas y Hamilton, pero Max llevaba la batuta.

El crío es puro instinto y comprendió pronto que Valtteri no iba a suponer ningún problema porque la misión del finlandés era esperar a Lewis por si las cosas con el campeonato de pilotos se ponían chungas. No hubo caso. El alemán y el británico naufragaban a diferentes temperaturas en diferentes sitios de la parrilla. Para cuando quiso reaccionar Bottas, libre de compromisos porque Hamilton ya había atado lo suyo a pesar del esfuerzo del de La Scuderia, el de Hasselt había puesto tanta tierra por medio que muchos cruzábamos los dedos para que no le pasase lo que a Ricciardo.

Hubo suerte con eso, pero hay que saber estar ahí para aprovecharla. 

El holandés controlaba la carrera con un dominio que acojona. Pedía perdón por radio por ir tan rápido, deslizaba en algunas curvas, ¡oh, Dios! 

Todo daba un poco igual, iba a ganar la prueba aun sabiendo que la ceremonia del podio iba a quedar coja y que hoy lunes, todo el mundo se centraría en hablar de Su Alteza Real Lewis Hamilton porque lo importante sigue siendo mostrarse apasionado con este bendito deporte, ser apasionados, muy apasionados, echar cuentas y escribir una historia que al final no atiende debidamente a sus héroes protagonistas... Las prisas. Crear contenidos, que dicen. ¡Nos ha jodido mayo con las flores!

Carpe diem, Max! Os leo.

3 comentarios:

enrique dijo...

Un poco más y el ganador de este campeonato queda vacío por incomparecencia de los pugiles. Válgame dios!!!

chema dijo...

Grandísimo Max, es un rayo.

Anónimo dijo...

Ocho mundiales se fueron en la primera curva y hay que hacerles la ola...la mejor contestación posible, Jose.

Agur y bue dia a tdos!!