domingo, 29 de octubre de 2017

Lecciones de lobotomía


Creer lo que dice Bernie siempre es una opción, sacar conclusiones de lo que habla ya son palabras mayores.

No voy a llamar incautos a los que han comenzado a tirar piedras sobre Ferrari a cuenta de sus últimas declaraciones aparecidas en el diario La Repubblica, aunque si me lo permitís, trataré de dar algunas pistas sobre por qué conviene ponerse la máscara antigás antes de creer al británico.

El emérito —nadie se atreve con ello, pero Bernie sigue siendo el Rey, que cantaba el charro Vicente Fernández—, resalta en su última alocución pública que la Fórmula 1 es una gigantesca casa de putas en la cual, lo que disfrutamos los fines de semana de carrera poco o nada tiene que ver con la realidad. Nada nuevo, en realidad; uno de los libros que os recomendaba leer sobre Fórmula 1 iba precisamente de esto [Aprende de la Mafia (Louis Ferrante)].

Debería ponernos en alerta que sea ampliamente conocido que el sistema que ha regido lo nuestro hasta comienzos de este año encaja perfectamente en eso que conocemos como «corrupto» y que nuestro interlocutor sea el mismo individuo que dijo en su día que había entregado sobres a Alain Prost y Eddie Jordan con tal de asegurar su apoyo al Pacto de la Concordia de 1998. Bernie, el hombre llevado ante la justicia por el caso Gribkowsky a cuenta de un feo asunto de comisiones ilegales en no recuerdo qué trapicheo de la FOM con la banca Bayern LB... La Bruja de Blancanieves, el personaje que hacía y deshacía en la Fórmula 1 a base de talonario, amiguismo y trato de favores.

Comprendo que haya quien no acepte todo esto a la hora de valorar lo bonito que resulta el deporte cuando se decide olvidar que hay un maestro de marionetas que mueve los hilos... Los hilos de los campeonatos y los títulos, también, por supuesto. Y asumo que resulte difícil de entender cómo me puede gustar a mí disfrutar de todo el escenario completo, pero a ver, que no hemos nacido ayer, aterricemos: figuras como las del proveedor único sólo son posibles cuando se pretende tener más control sobre lo que sucede en pista, por ejemplo.

Bernie vapulea a Ferrari pero fundamentalmente nos cuenta cómo funcionaba el mecanismo hasta la llegada de Liberty.

Ross Brawn no queda muy bien parado, es más, casi nos viene a dar la razón en aquello que escribíamos hace unos meses sobre la relación entre Brawn GP y Mercedes AMG [Brackley Tales]. Mercedes-Benz tampoco, ya que hay que ser muy tramposete para obrar con nocturnidad y alevosía con el interés de supeditar una disciplina del motor como la nuestra a unos intereses comerciales particulares que no sé cómo van ni me interesa... 

Ecclestone calla sobre Red Bull, pero bueno, de eso ya nos dio alguna pista Adrian Newey [Una lección para McLaren y Ferrari]. Tampoco dice nada sobre Pirelli, aunque sobre esto ya se pronunció cuando pillaron a Brackley haciendo trampas con los neumáticos [Ahora los pilotos tiene que usar su cerebro para ganar carreras]. Señala a Ferrari seguramente por no hablar de Brackley en más profundidad o por no contarnos en qué quedo la amenaza de salida de la alemana y con qué se la pagó para que se quedara y se envainara su código deontológico [Mercedes-Benz plantea su retirada].

Aprovechando que últimamente estoy tirando de hemeroteca mañana publicamos un artículo de 2016 en el que esbozo cómo se las gastaba el boss para salirse siempre con la suya. Y es que no se trata de Ecclestone, Mosley o Ferrari, se trata del interés de todos, de lo bueno o malo que sale al final el espectáculo, y lo cierto es que podemos dar por bueno que si todos siguen juntos es porque todos salen ganado aunque se pierdan campeonatos y títulos.

Esta es una de las razones por las que soy aficionado de piloto más que de marca. El patrón guarda celosamente secretos que difícilmente confesará, el conductor da la cara en el circuito ajeno a todo lo que se mueve alrededor, y en ocasiones, hasta puede aspirar a convertirse en un verso libre que rompe el guión.

No me extiendo, antes de irme os confesaré que he echado en falta en la palabras de Bernie algo sobre lo que prometió a Sergio Marchionne en 2014, que por lo que se ve no ha cumplido y le ha llevado ahora a humillar a la de Il Cavallino en su propia casa: Italia.

Os leo.

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