domingo, 15 de octubre de 2017

Si fuese sólo el agua


Disfrutando esta madrugada del comienzo de las 6 Horas de Fuji —prueba ganada por Toyota con Nakajima, Buemi y Davidson, en la que, por cierto, Miguel Molina se ha proclamado vencedor en la categoría GTE Am haciendo tripulación con Castellacci y Flohr—, pensaba, mientras veía los coches discurrir bajo el diluvio, en que tarde o temprano iba a tocar hablar en Nürbu de por qué los F1 modernos apenas tocan agua salvo que medien Bern Maylander y su bendito Coche de Seguridad.

Luego ha llegado el Gran Premio de Japón de Moto GP, también disputado en condiciones de mojado, y la cosa se ha hecho apremiente e inexcusable, de forma que he aparcado un par de cosillas que tenía previsto escribir antes del Gran Premio de los USA, y aquí estamos, como todos los años, tratando de hacer ver que el problema en nuestro deporte no es el agua, sino unos vehículos que no están preparados para disputar carreras bajo la lluvia porque no son seguros de conducir en esas condiciones.

Puede sonar chubarra, pero llevo a vueltas con este tema desde abril de 2009, instante en que inmortalicé una de las entradas que más veces he movido y enlazado en el blog [Pon un Dummy en tu vida], cuyo esquema explicativo se ha convertido casi en un clásico de este blog.


La idea consistía en que viésemos/veamos, cómo la posición del piloto ha ido cambiando con el transcurso de las temporadas, y cómo la seguridad envolvente que le rodea en la actualidad, así como el diseño de los modernos vehículos, con delanteras más prolongadas, ha definido un escenario en el cual, el conductor pierde la mayor parte de referencias en un espacio que podemos tasar en el doble de longitud del propio coche, unos 10 metros más o menos.

Si sumamos el spray que desprenden los monoplazas que van delante y los destellos de las luces traseras, obligatorias en condiciones de húmedo, el piloto casi va a ciegas y a alta velocidad, no lo olvidemos, asumiendo un porcentaje de riesgo que habría que estar loco para aceptar.

Los F1 no llevan focos. El asfalto desaparece literalmente y en su lugar aparece un amasijo gris oscuro donde resulta complicadísimo discernir qué coño está sucediendo delante y a los lados, incluso por los retrovisores. No es que nuestros chicos no quieran correr bajo la lluvia o se hayan olvidado de hacerlo, ni siquiera tiene que ver con la porquería de neumáticos full wet que proporciona Pirelli, consiste lisa y llanamente en que la competición moderna no está capacitada para disputar pruebas bajo aguaceros.

Las autoridades y promotores de nuestro deporte deberían advertirlo y no tendrían que temer cancelar una carrera cuando no existen condiciones para disputarla, por falta de visibilidad, por riesgo de aquaplaning o porque nadie quiere repetir un Jules Bianchi en Suzuka. Los vehículos no están preparados para esa coyuntura, punto.

El agua viene acompañada de oscuridad y aunque parezca increíble, una cosa es lo que vemos a través de la retransmisión y otra muy diferente lo que ven los pilotos en pista. Mirad lo que se observa desde el cockpit cuando pasamos de la apertura de foco que nos permite disfrutar de un lúgrube atardecer húmedo como si fuese un mediodía gris tirando a clarito:


El año pasado escribí sobre esto mismo después del Gran Premio de Brasil [Estamos tan calentitos], pero os prometo que para el que viene actualizaré el coño esquema que viene de 2009, más que nada porque a lo peor descubro que en vez de 10 metros de ceguera son 20 o 25 y no me gustaría martirizaros con cifras inexactas. Si fuese unicamente el agua tendría solución, pero ya os digo que desgraciadamente no consiste sólo en eso.

Os leo.

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