viernes, 6 de enero de 2017

Las hazañas perdidas [#Nürbu 17]


En días como hoy, cuando el invierno ha hecho presa del Nordschleife y correr sobre su pista resulta más peligroso que nunca, se comenta entre las gentes de Nurburgo que aún es posible escuchar el sonido ronco de un Mercedes-Benz Typ SS acompañado a unos segundos de intervalo por el más vibrante de un Bugatti 35B.

Dicen que son Otto y Alzbeta, que siguen rodando con sus coches buscando la suerte que perdieron hace más de ocho décadas.

El Grand Prix de Alemania de 1928 fue una carrera que se disputó bajo una elevadísima temperatura ambiente, incluso para ser verano. La prueba, arraigada en el calendario deportivo alemán después de dos exitosas ediciones, era celebrada por los lugareños y los numerosos aficionados al motor que a mediados de julio se congregaban a lo largo y ancho del Gesamtstrecke para asistir a un espectáculo único.

Entre la Eifelrennen y el Gran Premio, las heredades de Adenau bullían en periodo estival a finales de los 20 del siglo pasado. Música popular, alegría, jolgorio, colorido sin fin, y los paisanos que saludaban la llegada de los héroes y sus máquinas, arremolinándose a su alrededor para rozar a los primeros o para comprobar de primera mano cuáles eran las últimas novedades o aportaciones que traían las fábricas a una disputa automovilística que había ayudado a olvidar las amarguras del Gran Conflicto y hacía más llevaderas las penurias de la posguerra.

El gran candidato para la victoria era Rudolf Caracciola, el velocísimo Caratsch. El de Remagen había vencido en el I Grand Prix de Alemania que se había librado en el circuito de Avus, en julio de 1926, y si no había podido vencer en la edición de 1927, la inaugural del trazado de Nürburgring, había sido por la mala fortuna y porque Otto Merz, el triunfador definitivo, era un piloto cuya mayor ventaja estaba en su tremenda resistencia al volante y su impagable simbiosis con el Mercedes Typ SS una vez tomaba posición en el habitáculo.

También estaba allí Elizabeth Junek con su Bugatti 35B. Había quedado cuarta en la dura prueba del año anterior, después de acabar los 510 kilómetros que la componían en la misma vuelta que Merz, Werner y Walby, el triplete que había copado el podio para Stuttgart.

De nombre de soltera Alzbeta Junkova, Elizabeth corría esta vez junto a su marido, Cenek Junek.

La industria de posguerra no está capacitada para crear monoposti, de manera que la mayoría de carreras disputadas en territorio alemán se enfocaban a los autos sport, biplazas, lo que facilitaba ver a un mecánico o acompañante en el segundo asiento, pues su presencia aseguraba un comportamiento más estable y noble de los vehículos. También era normal que debido a la duración y dureza de aquellas competiciones, dos pilotos diferentes compartieran una misma máquina.

En 1928 este punto resulta crucial. El termómetro supera los 45º Centígrados, el suelo de Nürburgring parece una sartén. Más que nunca los relevos se hacen necesarios, como atestiguará la composición de la tabla definitiva. Mientras un piloto descansa y se hidrata, el otro cubre una nueva parte del recorrido, pero Otto Merz decide ganar el tiempo que otros pierden en garajes y enfoca la prueba como un único asalto que correrá en solitario, en el que, además, el segundo asiento siempre va vacío.

El de Esslingen am Neckar casi lo consigue. Al final, un pellizco en uno de los neumáticos de su Typ SS le obliga a dar la victoria a la pareja Caracciola/Werner, aunque logra quedar segundo por delante de la tripulación Walb/Werner. Allí mismo acaban sus aspiraciones de pasar a la historia. De haber sido el primer ringmeister de Nürburgring, doble campeón del Grand Prix de Alemania, Merz no dejaráde ser un segundón, a pesar de su extenso palmarés posterior, hasta su muerte en mayo de 1933.

Con Alzbeta la fortuna es aún más cruel. Después de que la checa haya sabido mantener el Bugatti conyugal cerca de la cabeza en las primeras vueltas, entra a realizar el relevo. Cede entonces el volante a Cenek, pero éste dura apenas un puñado de kilómetros en pista. Pierde el control, vuelca y fallece...

Os leo.

1 comentario:

Bertor dijo...

Comencé a seguir este blog comenzada ya la temporada 2016. Ni sé cómo di con él. Al terminarse pensé: ¿y ahora qué? Suponía que el fin de temporada significaría un notable descenso en la actividad del blog y el número de entradas sería mucho menor. Todo lo contrario. Ahora escribes más y cada vez que leo una entrada titulada Nurbu me emociono con las historias que esconden.

Eres un crack. Enhorabuena. Sigue así.