domingo, 15 de enero de 2017

La lección de Tamburello


Antes de que fuese modificada tras el fatal accidente sufrido por Ayrton Senna en 1994, Tamburello era uno de los principales activos del Dino Ferrari en Ímola, trazado que tras la muerte de Il Commendatore en 1988 pasó a llamarse definitivamente Autodromo Enzo e Dino Ferrari y lugar de celebración del Gran Premio de San Marino desde 1981 hasta 2006 (en 1980 acogió el Gran Premio de Italia), a pesar de que la pequeña población de la Emilia-Romaña queda más cerca de Bolonia y Faenza que de la minúscula república transalpina.

A izquierdas, larga, vertiginosa, apenas peraltada y definida por dos vértices, la vieja curva formaba parte indivisible de la rápida y larga sección noroeste del circuito italiano. 

Ubicada relativamente cerca de la línea de salida, cuando realmente se convertía en un auténtico delirio era a partir del primer giro, instante en que los pilotos aceleraban inmediatamente después de haber pasado Variante Bassa embocando la recta de tribunas, para empezar a aflojar sólo antes de Villeneuve. Un disparo de francotirador que duraba casi 1,6 kilómetros y era recorrido a una velocidad que rondaba los 300 por hora, con Tamburello en medio...

El piloto era aquí el protagonista absoluto. Había que tenerlos muy bien puestos, una sangre muy fría y unas ideas muy claras, para negociarla exprimiendo el agarre mecánico y aerodinámico del monoplaza. Y aquí, las sucesivas modificaciones del reglamento en aras de limitar el efecto suelo a partir de 1982, comenzaron a ofrecer señales agoreras que no fueron escuchadas a tiempo.

El diseño del circuito es tan importante para la competición como el del casco que lleva el conductor o la tuerca más pequeña del sistema de dirección. Todo, absolutamente todo se pone a prueba en el transcurso de una competición automovilística, y Tamburello vino a demostrar a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo pasado, que esta ecuación en la que todo debe encajar a la perfección, o casi, no se puede romper a la ligera sin esperar que la realidad nos devuelva los pies al suelo, a veces con una crueldad desmedida.

Nelson Piquet se estrella en Tamburello en los entrenamientos del viernes previo al Gran Premio de San Marino de 1987. Uno de los neumáticos traseros del Williams FW11B no aguanta las enormes tensiones que se producen en el inicio de la curva, origina una rotura y la consiguiente despresurización, y el brasileño y su vehículo son lanzados contra el muro sin contemplaciones.

Dos años después, en la séptima vuelta al Gran Premio de San Marino 1989, Gerhard Berger percibe a la entrada de Tamburello cómo su Ferrari 640 deja inexplicablemente de responder. Algo en su interior se ha roto. El austriaco hace un recto en toda regla. Su vehículo golpea contra las protecciones de hormigón y comienza a arder. Berger salva el pellejo por la rápida intervención de los bomberos y la unidad médica.

Cinco años más tarde. Ayrton Senna pierde la vida en Tamburello...

La Fórmula 1 que estrenaremos en breve nos promete 4 o 5 segundos de mejora, que serán sacados, fundamentalmente, del paso por curva, mucho más veloz que en 2016 gracias a la nueva filosofía aerodinámica que ha adoptado la normativa.

Pero a pesar de que las medidas de seguridad, tanto activa como pasiva, hacen irreconocible aquella etapa de nuestro deporte que acabo de rememorar, los circuitos sólo han abordado pequeños ajustes a las nuevas estimaciones. Las escapatorias van a ser prácticamente las mismas, las protecciones y los pianos también, etcétera.

Honestamente espero que sea suficiente y no nos veamos abocados a aprender una nueva dura lección.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y que importa la seguridad? aquí lo que importa es que no se vean las vergüenzas, que parezca (solo parezca que ya veremos) que hay espectáculo, ahorrar gasolina porque los ecologetas lo piden y que los espectadores tenga un roleS en el brazo. Cambiar para que nada cambie, si por el camino se queda alguien, son los gajes del oficio. Eso si a seguir llevándoselo crudo los de siempre (que suelen ser todos hijos de la gran ... Bretaña).
Saludos
Miguel