No sé qué os extraña del asunto éste, por el cual, Susie Wolf se ha hecho acreedora a ser nombrada miembra (Aído dixit) de la Orden del Imperio Británico por su papel como mujer en el deporte, en concreto en el motorsport, y concretando más: en la Fórmula 1.
Llevo un día ganso, lo reconozco, y confieso, también, que lo primero que se me ha pasado por la cabeza al leer la noticia ha sido en qué coño andaba pensando la Queen británica para promocionar de esta manera a una mujer que adopta el apellido de su marido, que después de destacar un poquito como conductora en categorías inferiores y correr el DTM, se consume posteriormente en el garaje de Grove como piloto de desarrollo, precisamente cuando todos nos hemos coscado, gracias a Carmen Jordá y Davide Valsecchi, fundamentalmente, de que ser piloto de desarrollo es poquito más que ser un piloto de banquillo. Una anécdota, una nota de color de cara a la galería. Con el agravante de que Susie Stoddart, de no ser la esposa de don Toto Wolff (accionista entonces de Williams), seguramente no habría llegado ni a eso antes de anunciar su retirada para ser madre.
Quien no haya leído entre líneas el párrafo de arriba mejor que lo deje...
Estamos ante la típica trampa cultural a través de la cual se premia que la mujer siga estando donde siempre y a poder ser sin molestar, haciendo ver que se homenajean sus logros cuando lo que se pone en relieve son sus renuncias.
Y aquí que manda cojones que Isabel II, quien ni ha adoptado el apellido del Duque de Edimburgo ni ha consentido en ser usada como florero, acepte nombrar miembro de la Orden del Imperio Británico a Susie Wolff, cuando lo adecuado habría sido remangarse la falda y darles un soberano patadón en los cataplines a Bernard Charles Ecclestone y a Jean Todt por impedir que la Fórmula 1 sea un poquito más asequible para hombres y mujeres. Por igual.
Y no me malinterpretéis, por Dios. Esto no es feminismo al uso, es pura lógica.
Cuando en nuestro deporte las oportunidades sean idénticas para ambos géneros podremos hablar de papeles y de ensalzar una u otra hipótesis. Mientras no sea así, premiar el papelón de Sussie es sancionar que las cosas están bien tal cual están y de ahí no nos movemos.
Suerte que hemos tenido de que Michèle Mouton no haya dicho nada al respecto. Bien está que elevemos a los altares a una piloto británica por méritos que superaría cualquier ama de casa que trabaja, cuida de la madre o la suegra, o las dos, del garrulo de su marido y sus hijos, hace la compra y se duele en silencio de juanetes o varices. Pero a mí estas cosas me matan y si no las comparto con vosotras, reviento.
Os leo.
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