Origami

Esta entrada hace la número 600 de Nürburgring, pero no hay demasiado que contar porque la temporada que comenzaba ilusionante en Bahrein, parece que duerme antes de tiempo ahora que se acerca a Melbourne. Hay miedo y se mastica en el ambiente, y me sabe mal decirlo, pero mi corazón se parte en dos ante la posibilidad de que Fernando pueda lograr su tercer entorchado allá por el mes de agosto, gracias a la estupidez de la nueva puntuación que se aplica en 2010; y ante el temor que siento a que su paso inicial por Ferrari convierta la F1 en el mismo somnoliento escenario que sufrimos cuando andaba por ahí el auténtico Kaiser, por falta de rivales, más que nada.

No hay mucho que decir, eso es lo cierto, y como siempre en estos casos huyo de recurrir a las pit-babes o a los bulos que recorren el paddock, para refugiarme en hechos y acaecidos que me sirven para soñar conque hay por delante mucho futuro.

Por todo esto traigo hoy un monumento a la imaginación que quedó en segunda posición en el certamen de propuestas organizado por Peugeot, con el patrocinio de X-Box (Microsoft), en 2006, bajo la premisa P.L.E.A.S.E. Innovate (Pleasureable, Lively, Efficient, Accessible, Simple and Ecological), curiosamente, similares pretensiones a las que proponía la antigua dirección de la FIA para afianzar la F1 de cara a su futuro inmediato, pero desde la perspectiva de la libertad creativa, o sea, poco o nada que ver con lo que tenemos ahora mismo. Así las cosas, el N Jooy (así se llama el proyecto), diseñado por el brasileño Wesley Saikawa, partía de una premisa de monoplaza enfocado a la particularidad de ser omnidireccional, para lo cual sus neumáticos eran esferas, lo que le permitía girar sobre sí mismo 360 grados, gracias a que cada una de ellas estaba gobernada por un motor eléctrico independiente.

Inevitablemente he pensado en la ceñida curva de Loews, y en cómo andaría lo que vemos actualmente si juntáramos un monoplaza que planteara sobre el asfalto esta bonita alternativa, con otros dotados del magnífico invento de McLaren para su alerón trasero, por ejemplo, y aún con otros que disfrutaran de difusores de incluso cinco etapas, y con otros más que utilizaran algún artilugio o solución aerodinámica o mecánica que ni imagino… y todo se me ha venido abajo cuando he recordado que fue Goodyear quien cercenó de cuajo aquella bellísima aventura que supuso el Tyrrell P34, el mítico seis ruedas del 76 y 77 del siglo pasado, porque no resultaba rentable producir los pequeños neumáticos delanteros para una sola escudería.

La pela y los sueños siempre han estado reñidos, y cualquiera que diga lo contrario falta a la verdad, y más en lo nuestro, pues las normas del deporte que proclama exageradamente que sigue siendo la máxima expresión del automovilismo dependen de la racanería y exigencias cortoplacistas del puto dinero, y así nos va. Y aquí conviene recordar que una miserable hoja de papel puede tornarse enigmática grulla, cuyo vuelo ha sido congelado en una fracción de instante, a poco que la mano que obra la magia sea algo diestra y la cabeza que la maneja disponga de una pizca de originalidad e imaginación, sin dejar de ser lo que es: una puñetera cuartilla.