Ferrari siempre está arriba en pretemporada, es, ¿cómo decirlo?, como una especie de seña de identidad que sirve tanto marcar el territorio a los rivales como para aglutirnar los diferentes esfuerzos en el seno del equipo; sin embargo, terminado el ciclo protagonizado por Michael Schumacher, la de Maranello ha hecho alarde de una fortaleza previa que no se ha visto respaldada por los resultados en temporada (ya conocéis mi opinión al respecto de los dos títulos mundiales de marcas obtenidos en 2007 y 2008, y sobre el título de pilotos del primer año mencionado, así que os lo ahorro).
Esta sesión es diferente, y no sólo por la presencia de nuestro asturiano en sus filas, sino porque el coche parece haber sido concebido para sortear los problemas que otros años sencillamente se ocultaban. Así las cosas, el F10 ha mostrado una considerable eficacia en pistas cortas y reviradas (Cheste) y una fortaleza estimable en Montmeló. El motor se ha manifestado bastante solvente y nada indica que no se hayan resuelto los problemas de consumo que lo aquejaban en 2009, y a pesar de que aún quedan por matizar asuntos como el insuficiente calentamiento de los neumáticos, la plataforma, en su conjunto, responde a la perfección en tandas largas y obtiene a la vez una magnífica velocidad punta.
No obstante, y por cautela, no sitúo al F10 en lo más alto de mis previsiones porque para que todo funcione a la perfección hace falta una respuesta adecuada al otro lado del muro, y ésta sigue siendo una asignatura que permanecerá pendiente hasta que vayamos viendo cómo se desenvuelve la temporada.
Como conclusión puedo decir que Ferrari, tanto en lo relativo al diseño de su monoplaza, como en lo que respecta a la elección de sus dos pilotos: Felipe Massa y Fernando Alonso, parece que ha acertado con la tecla adecuada para devolver a La Scuderia a la senda de los triunfos sin excusas ni paños tibios.
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