Desde luego, una prohibición tiene más recorrido que una auto exclusión, al menos en el plano narrativo, y hete aquí que nadie se pregunta a estas horas qué busca realmente Richards desde que Todt abandonó el cargo, más allá de contaminar el ambiente mientras continúa erosionando públicamente la autoridad del dubaití para acabar haciéndose él con el trofeo, siempre por el bien del deporte, of course!
La Historia, la buena, rebosa Richards y Ben Sulayem, y la ficción también. Uno y otro son las caras de una misma moneda, evidente, pero si el segundo se presentó a unas elecciones y las ganó de aquella manera, el primero no deja de ser un sucio intrigante que juega con las cartas marcadas, pues, además de sus pesebreros habituales, cuenta con una prensa aliada que jamás hace las preguntas correctas y una recua de idiotas que le ríen las gracias en redes sociales porque fue carrerista, dicen, y el árabe no.
Nos falta poco para un asalto como Dios manda a la sede de la FIA en Place de la Concorde, e incluso imagino candidato para interpretar al tipo distinguido con un cráneo de bisonte. El golpe de estado sigue adelante. Entretanto, continuemos dándole vueltas a lo del juego limpio, la deportividad y el respeto a las normas.
Os leo.
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