miércoles, 16 de octubre de 2024

Será eso


Luego me decís que si tal y Pascual, pero si lo único que se os ocurre como futuro apasionante es que Aston Martin se convierta en Red Bull, me permitiréis a partir de ahora que me descojone vivo cada vez que habléis de deporte con mayúsculas, de evitar las dominaciones turras y afirméis que entendéis algo de Fórmula 1. 

Don Lorenzo, con el comodín de Newey y ayuda, claro, habría podido comprar Milton Keynes, un suponer, como hizo con Silverstone cuando era de Force India; renombrarla, cambiarla de color y sustituir a Checo por Lance, ya que el canadiense parece un indiscutible en la ecuación, apañarse luego un RB20 como aquel W10 del 19 en 2020, y pintarlo de verde para que Adrian no comience de cero, y todo para que vuestras cabecitas locas dejen de soltar tonterías, por no decir algo más grueso.

La máxima disciplina nunca ha ido de absorber al rival hasta el tuétano salvo en ocasiones muy puntuales. Lotus era Lotus con identidad propia, Ferrari lo mismo y Tyrrell también, y McLaren, por supuesto. Formar dream teams a partir de los restos es, en cierto modo, un invento relativamente moderno, muy moderno.

Os he avisado muchas veces del cuidadín que hay que tener con las líneas que terminan en flecha, incluso cuando las esboza Juan Pablo Montoya Roldán, un criollo colombiano de razonable buena cuna y clasista, que la tiene metida muy dentro porque un tipo del pueblo le sigue robando los focos.

Si Aston Martin ha de ser algo los años venideros, será a partir de los mimbres que está organizando en la actualidad, no pareciéndose a la austriaca e intercambiando cromos con ella. Y es que se nos olvida la cantidad de veces que Newey ha lamentado no haber colaborado con Alonso, y las que el Nano ha admitido tener una asignatura pendiente con el ingeniero británico —en el prólogo del libro del maestro en español, por ejemplo. 

Al final, a lo peor todo se reduce a que don Lorenzo es el único que ha tenido agallas para juntar a estos dos bestias en una misma aventura, y que, los que sobran, son los abundantes cantamañanas que siguen poniéndole peros con tal de hacer de unicornio blanco en el cuento y en redes sociales.

Os leo.

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