jueves, 31 de octubre de 2024

¡Ay, Don Juan!


Ha quedado muy buena hora para recordar las calabazas de Ray Villafane...

Noche de Ánimas, Todos los Santos, el Halloween de los críos que andan pensando ya en otras cosas y han abandonado, por primera vez desde que vinimos a Gorliz, la costumbre de llenarnos de huevos rotos el portal, la terraza o los balcones. El naranjo de Basotxu ha sido testigo de tantas y tantas batallas con la primera hornada y luego con la segunda, en las que el Duque, aprovisionado también con huevos y globos llenos de agua, les cortaba la retirada saliendo por el garaje y pegándose al muro, para recordarles que, en su bastión, se sabía jugar al menos tan cabrón como ellos.

La culpa fue de mi suegra. 

A mí me gustaba algo con más altura, pero ella y mis cuñadas se empeñaron en que viviéramos en la primera planta del lado oeste, el ángulo más expuesto, un lugar complicadísimo de defender si tocaba asedio en Santiagos, en fiestas de mitad de la canícula o en el bendito Halloween. 

También es verdad que qué iban a saber las pobres criaturas que mi escena favorita de El Señor de los Anillos ha sido siempre La Batalla del Abismo de Helm, ni que he visto La Venganza de Don Mendo no sé cuántas veces, ni mucho menos que he leído el Don Juan Tenorio de Zorrilla y lo disfrutaba en el pase por televisión en fechas tan señaladas como la de hoy, aprendiendo de memoria versos hasta que Paco Rabal recitaba «Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo...»

A ver, que los zagalillos no han continuado con su rutina anual pero dudo mucho que hayan espabilado, para qué os lo voy a negar. 

Habrán descubierto lo exigente que se comporta el corazón cuando te enamoras, cómo de alocado revolotean las mariposas en el estómago y lo duro que sienta que te den calabazas normales, no como las de Villafane, aunque dudo mucho que entiendan cómo el gigantesco actor murciano pudo prenderse hasta las cachas de Conchita Velasco, ni que el protagonista perdiera el duelo con Doña Inés, ni mucho menos que el Don Juan de José Zorrilla sea una de las más bellas historias de amor que se han escrito, pues el protagonista entiende demasiado tarde que ha perdido la batalla prometiendo un amor que lo atará de por vida, y al que sólo le faltaba la figura de El Comendador exigiéndole cuentas.

Con la cosa de los chiquillos agresores hubo recambio generacional en 2018 o 2019, tal vez en el 20, pero en 2024 sólo hay soledad, y lo echo de menos aún siendo consciente de que ninguno de ellos lee un blog como Nürbu, ni lee, si lo estiramos, pero los extraño porque por primera vez han faltado a su cita mientras los esperaba con los huevos y los globos rellenos de agua dispuestos para un nuevo fregao...

Escribo «sobre todo» muy bien de la vida, pero a lo peor todo consiste en que yo salgo al balcón de mi domicilio añorando enemigos y ellos, los otros, los que me lo dicen como quien lanza una piedra, se consuelan leyendo la Autosport.

Os leo.

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