sábado, 19 de octubre de 2024

1954, Pedralbes


Tras el triunfo del Partido Republicano en las elecciones de los Estados Unidos de Norteamérica de noviembre de 1952, Dwight D. Eisenhower, recién estrenado como Presidente a comienzos de enero del año siguiente, asentó su política exterior en el valor de la democracia como contrapeso al comunismo. 

Continuábamos en plena Guerra Fría, y Whasington seguía haciendo verdaderos esfuerzos para que regímenes como el de Franco encajaran en el concepto de mundo libre que trataba de exportar. España resultaba sumamente golosa para los intereses de los USA en el viejo continente, por su situación geoestratégica y por sus materias primas, de manera que, aunque había quedado fuera del Plan Marshall (Programa de Recuperación Europeo), en los Pactos de Madrid de septiembre de 1953 se establecieron las bases de una colaboración entre las dos naciones que permitieron que nuestro país comenzase a salir del aislamiento y ser considerado «amigo» de los EEUU, aunque con muchos matices.

El camino hacia el anhelado reconocimiento por parte de la ONU encontraba todavía numerosos escollos y no se culminó hasta diciembre de 1955, pero al menos se contaba con el apoyo estadounidense y su cuerpo diplomático, siquiera sobre el papel. Por contra, la población seguía superando la durísima posguerra aunque había dejado atrás las restricciones —el final oficial del Racionamiento se concretó en mayo del 52—, mientras el desarrollo y la industrialización avanzaban a buen ritmo dentro de las estrecheces propias del momento, con mayor énfasis, en las grandes capitales, como Barcelona.

Franco precisaba de un mayor lavado de cara de su Régimen y de nuevo entró en juego Moscardó, Delegado Nacional de Deportes y Presidente del Comité Olímpico, que venía desarrollando una actividad claramente enfocada a mejorar la imagen de España en el plano internacional a lomos del deporte, en sintonía con las directrices que emanaban del Palacio de El Pardo.

El éxito del Gran Premio de España de 1951 había sido de tal calibre que facilitó que la FISA diese el visto bueno para celebrar el de 1954. Otra vez Pedralbes iba a cerrar la temporada, concretamente el 24 de octubre, aunque en esta ocasión no iba a haber tanta suerte como tres años antes, pues Juan Manuel Fangio se coronaba Campeón del Mundo en el circuito de Monza, durante el Gran Premio de Italia, a primeros de aquel septiembre.

Penya Rhin había intentado continuar su actividad en 1952 y 53, que contó esta última incluso con carteles y publicidad impresos, pero no fue posible por los condicionantes que hemos venido esbozando unos párrafos atrás, de manera que recibió con los brazos abiertos la encomienda de sacar adelante el Gran Premio de España de 1954, lo que facilitó la celebración de la IX Copa de Barcelona (esta vez sin la coletilla España) y el XII Gran Premio Peña Rhin.

A pesar de que no se jugaba nada, en sentido estricto, la presencia del flamante bicampeón del Mundo junto a otros 49 inscritos sirvió de aliciente para que se concentrara en los aledaños de Pedralbes una masa importante de público, expectante por ver circular a sus pilotos y máquinas favoritos, como Hans Herrmann en la imagen de abajo.


Penya Rhin era garantía de organización y buen hacer, y cumpliendo su papel a la perfección, el Gran Premio de España se desarrolló sin incidentes reseñables, a pesar de que la distancia a completar había aumentado a 505'280 kilómetros, lo que supuso a los participantes dar 10 vueltas más que en 1951 al circuito barcelonés, 80 en total, un auténtico ejercicio de arrojo.

Tras las revisiones técnicas y la clasificación, la lista de candidatos se redujo a veinte, con Alberto Ascari como poleman sobre su Lancia DS50. Fangio hizo segundo sobre su Mercedes-Benz W196 —había comenzado la campaña sobre un Maserati 250F, montura que sustituyó por la alemana en el Gran Premio de Francia, cuarta cita del calendario—, y Mike Hawthorn partía tercero al volante de su Ferrari 553. La primera línea de parrilla la completaba Harry Schell con su Maserati 250F privado. Paco Godia sólo pudo ser décimo tercero, con Maserati también.

La carrera arrancó muy disputada, y comenzó a sosegarse conforme las primeras averías fueron sangrando la parrilla. El propio Ascari abandonó en el giro 10 por problemas de embrague en su Lancia.

Shell supo aprovechar el río revuelto, pero, poco a poco, se impuso la cordura. Hawthorn se aupaba a la posición de privilegio en la vuelta 24, tras la rotura de la transmisión del Maserati del estadounidense, y dominó ampliamente durante las 56 restantes, viendo la ajedrezada en primer lugar, seguido a más de un minuto de distancia por Luigi Musso y, con vuelta perdida, por un Fangio que luchó lo que no está escrito con su vehículo durante toda la prueba, aunque supo colocarlo en la tercera plaza.

El accidente de 1955 en Le Mans, protagonizado dramáticamente por Pierre Levegh [El infierno, 1955 (#24LeMans 23)], ocasionó el final de Pedralbes. Las exigencias en cuanto a seguridad que impuso la FISA resultaban costosas e inasumibles para aquella España, y su Gran Premio de Fórmula 1 tuvo que esperar a celebrarse hasta 1967, sin ser puntuable, y ya en el Jarama. Pero esto, con vuestro permiso, lo contaremos otro día.

Os leo.

No hay comentarios: