martes, 22 de marzo de 2022

Poco me parece

No voy decir su nombre por razones obvias, pero tengo un familiar cercano, que ha asumido en su dilatada vida profesional altísimas responsabilidades en el área de las Señoras Ingenierías, al que una vez vi intentando doblegar, con el tacón de uno de sus zapatos, un tornillo rebelde que se resistía al destornillador en sus últimos giros... ¡ahí lo dejo!

Cuento esta anécdota por delimitar el área en la que se desenvuelven aquellos que acaban golpeando tornillos como si fuesen clavos, y, además, con la herramienta menos adecuada.

Y bien, se ha conocido que la F1 ha conseguido con lo de Bahrein más share que el Grand Prix of Texas, aunque muchísimo menos que la cita de la NASCAR en Atlanta, pruebas, todas ellas, celebradas este mismo fin de semana. 
 
Los entregaditos al sistema están perdiendo el culo porque comprobemos lo bien que lo está haciendo Liberty Media, otrora la empresa que lo hacía todo mal porque con Bernie vivíamos infinitamente mejor, y esta vez armados con datos: 4 millones de consumidores para la NASCAR (TV, Streaming, etcétera); 1,35 para la Fórmula 1, y 954.000 que caen en el saco de la Indycar, así, en números redondos.
 
Pasando por alto que no pillo muy bien qué coño nos interesa el crecimiento de la F1 en Estados Unidos, ni qué consecuencias podemos extraer que nos resulten ejemplares o provechosas, el volumen de espectadores F1 en un país como los USA, que tiene una población de unos 330 millones de habitantes, es allí literalmente anecdótico, independientemente de que, «puntualmente», nuestro inicio del Mundial haya superado a la IndyCar en su cita del Texas Motor Speedway.
 
Nos faltan cifras para contrastar y continuidad en la comparativa como para poder entrever qué hay detrás de este repunte de supuesto interés norteamericano por nuestra disciplina, que yo achacaría al monumental hype mediático organizado con el final de Abu Dhabi el año pasado y la turrada que se ha dado con el temita de marras durante tres meses, incluyendo el cese de Michael Masi y el posible abandono de Hamilton, etcétera, y, obviamente, al empujoncito que ha podido suponer el estreno de Drive to Survive el pasado 11 de marzo [Drive to Survive].

Y aquí quería llegar yo, porque si para superar a la IndyCar en yanquilandia nos ha hecho falta un esfuerzo tan titánico, 400.000 espectadores de más sobre una prueba como la texana me parece un saldo bastante rácano, y desde luego, no muy indicado para sacar pecho ni lanzar las campanas al vuelo.

Os leo.

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