jueves, 17 de marzo de 2022

Drive to Survive

No sé si es muy pronto para decir que la 4ª temporada de Drive to Survive es un truño así de grande, si hacerlo supone pecado de spoiler, o si alguno de vosotros va a ciscarse en todos mis antepasados por no haber avisado antes...

Aprovechando que la situación en casa es la que es, he visionado el metraje completo (10 entregas) en un tiempo razonablemente corto —la tercera temporada no tuvo tanta suerte—, pero no por su interés, más bien porque hay trozos que, dado su dramatismo fuera de contexto, me producían risa y sin querer pulsaba el botón FF, el de ir p'alante de toda la vida. 

No sé, visitar Haas, por ejemplo, como si la cámara y el narrador nos introdujeran en un laboratorio de armas biológicas o un silo nuclear, ningunear constantemente a Valtteri, visitar la cagada de Lewis en Bakú como un desafortunado incidente, el poco espacio dado a Checo, los acercamientos a los accidentes de Silverstone y Monza, o el desenlace en Yas Marina, etcétera, etcétera, etcétera, no encajan con mi manera de entender, como consumidor, lo que supone ofrecer una mirada a nuestro deporte desde dentro.

He procurado documentarme un poco por ver si el raro era yo, pero no, la opinión más extendida es coincidente con la mía. Los entregaditos, pues ya sabemos, pero descubro —es retórica, no os alarméis—, que la mejor defensa que se hace del producto de marras es que resulta indicado para fomentar la Fórmula 1 en Estados Unidos, al gusto, dicen... A ver, en los USA el interés por la F1 es anecdótico y no sé yo si resulta buena idea intentar cambiar los hábitos de su público mintiendo descaradamente, ya que allí te mandan a la mierda en cuanto descubren el pastel.

Y sí, Drive to Survive es una mentira por capítulos, y genuinamente anglosajona; tanto que, mucho sustantivar el valor de Hamilton como rookie en 2007, pero en lo tocante a proporcionar una mirada desde dentro sobre la campaña 2021, se ha preferido dibujar un heptacampeón del Mundo en plan Clint Eastwood en la cinta Sin Perdón. A ver, el protagonista debería haber sido Max Verstappen, pero el holandés no quiere saber nada de Netflix —las críticas a la plataforma desde el interior de la parrilla son numerosas—, y el subproducto resultante se convierte, obviamente, en una oda con tintes otoñales a un Lewis que, habiendo perdido el campeonato, parece, durante la mayor parte del metraje de la serie, que era quien realmente merecía el triunfo.

Desconozco cómo se tomarán estas cosas en el interior de Alabama o Wisconsin, escribo de oídas, como siempre, pero me da que lo aceptarán como una teleserie menor comparada con el épico enfrentamiento a primera sangre entre Professor Fate y The Great Leslie en La Gran Carrera del Siglo, donde, además, intervenían Natalie Wood y el impagable Peter Falk (Colombo).

Sobre la película de Blake Edwards no hay mucho que decir: como cine era genuina y divertida, sobre el cagarrón de Netflix sí cabe hacerse algunas preguntas, como por ejemplo: ¿qué considera Liberty Media promoción de su producto?, ¿cómo es posible que Drive to Survive proponga una mirada desde dentro a nuestro deporte, cuando el Campeón del Mundo sale vicariamente con Christian Horner como traductor, Ferrari apenas aparece, o pilotos como Sáinz, Norris, Ricciardo o Bottas, dos veces subcampeón y otras dos tercero, se muestran renuentes a participar...?

Si podéis evitar esta cuarta temporada, hacedlo. Está indicada para peña que ni conoce la Fórmula 1 ni tiene ganas de conocerla, ni desde dentro ni desde fuera.

Os leo.

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