Colin Kolles no es santo de mi devoción, vaya por delante, pero hay que reconocerle que, al menos, ha tenido agallitas suficientes como para llamar pan al pan y vino al vino, y apuntar a Lawrence Stroll como un estropicio de gestor al frente de Aston Martin [Kolles blames Stroll: The fish stinks from the head].
Lo hemos hablado mucho aquí, en Nürbu, pero quedó en nada (como todo), porque según los mamporreros del sistema había que tener al menos un título Mundial como piloto, participar en karts o haber dirigido una escudería, seña inequívoca del clasismo más rancio, antes de ponerse a criticar por criticar a un tipo como don Lorenzo o cualquier otro integrante del selecto club del paddock.
El problema, si es que existe —yo supongo que sí—, no es el chiquillo ni su progenitor, sino nuestra querida prensa especialista, que ella sabrá lo que hace exigiendo que se vayan éste o aquél que impiden la normal renovación de la parrilla pero defiende a perfectos okupas, mancillando un poquito más el maltrecho arte del periodismo.
Y aquí que llega Kolles y suelta lo que cualquiera con dos dedos de frente ya había comprendido desde hace temporadas, y ¡boom!, pero como no es un individuo fiable, digámoslo así, ha salido en formación de combate el pesebrismo más cutre a decir, poco más o menos, que el bueno de Colin habla desde la envidia (clasismo 1.1).
No me enredo, que ya es tarde. Lance sigue siendo una promesa emergente, y lo que te rondaré, morena, don Lawrence un ejemplo de gestión, y nosotros, con dos palmos de narices, una panda de pardillos que tragamos lo que nos echen, siempre y cuando quien nos proporcione el alpiste parezca alguien respetable en redes sociales.
Os leo.
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