Me produce una infinita ternura, por no decir otra cosa, que dos causantes de un mismo problema hayan sacado a pasear su vena filantrópica para regocijo de los entregaditos.
Voy con el tiempo justo. Hoy he recuperado, por fin, ese pulso tan necesario cuando escribes en largo y, lógicamente, pretendo aprovecharlo tanto como pueda, de manera que permitidme que meta la directa y diga que Lawrence Stroll, Michael Latifi y Dmytri Mazepin, no han desembarcado en la Fórmula 1 para ser como Gene Haas o Pascal Picci, sino para integrarse en el selecto club de los todopoderosos, donde están bien instalados Dietrich Mateschitz o Toto Wolff, el único sitio de nuestra disciplina donde el dinero cobra su pleno sentido. Y han traído de la mano a Lance, Nicholas y Nikita, para que algún día puedan asemejarse a Lewis Hamilton y cobren por temporada lo que él, ¡obvio! ¿no?
Esto tiene tirón detrás, y como todo el mundo quiere sacar tajada (legítima o ilegítima), también la FIA, sentarse en un kart sale ahora por un pico que no está al alcance de cualquier economía porque el objetivo es llegar arriba, arriba, más arriba aún. Y bueno, creo que ya me estáis viendo las orejas de lobo viejo.
Hamilton en su juego de hacer creer que lo ha tenido todo complicado en su vida deportiva, y Toto, que ya está amortizado, apoyándole quizás por lavarse un poco la cara antes de decirnos adiós con la manita. Y los dos interpretando Dumb and Dumber por si cuela, por ver quién da menos el cante. Uno cobrando una millonada por imponerse a Valtteri Bottas, y el otro, amenazando hace poco a George Russell con que lo mandaba a la Clio Cup, pero ambos preocupados por el futuro de la Fórmula 1 y denominando Billionaire Boys Club a quienes, en el fondo, únicamente sueñan con llegar, alguna vez, a ser tan jetas como ellos.
Os leo.
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