miércoles, 2 de junio de 2021

Bugatti «Ruote gemellate»


Hoy casi podíamos declarar el Bugatti Day en Nürbu, ya que si esta mañana menionábamos el Type 35 y el Royal Elephant de la casa alsaciana [Un Bugatti dorado (Francis Fytton)], toca esta tarde acercarse al Type 59 en su versión Ruote gemellate (ruedas gemelas), configuración bastante habitual en las carreras en cuesta de los años 30 del siglo pasado.
 
Lo cierto es que hemos hablado de los 6 ruedas muchas veces en el blog, desde el mítico P34 Project de Tyrrell, pasando por el March 761 2-4-0 o el Williams FW08B que reseñamos hace poco en esta serie dedicada a mi colección de coches a escala 1/43 [Algo más que un seis ruedas]. También hemos dedicado espacio a esta curiosa disposición de cuatro ruedas traseras colocadas en batería que, incluso, fue probada en el Ferrari 312T2 de 1976 —312T6 se denominó al bicho—, aunque os ahorro los enlaces porque sería un no parar...

El caso es que han existido muchos más seis ruedas que los mundialmente conocidos y, como decía antes, en la década de los 30 del siglo pasado resultaba muy fácil verlos en las carreras de montaña.

A pesar de no haber encontrado para usar en el encabezamiento una miserable imagen digna del cacharrillo francés con sus cuatro neumáticos traseros, vamos con él porque dispongo de un modelo de la casa Brumm que retrata esta curiosidad con la calidad habitual del fabricante italiano —razonablemente buena para su precio, que es pequeño—, y el Bugatti Type 59 Ruote gemellate 1933 va a ser nuestro protagonista aunque, en sentido estricto, quizás no tanto como me gustaría.

En fin, la pregunta surge sola: ¿por qué se recurría a cuatro ruedas traseras cuando aquellos bólidos estaban preparados para correr con dos en la parte de atrás?

Todo en esta vida tiene su razón de ser y aquí tampoco caben muchas sorpresas. Los coches de carrera estaban perfectamente preparados para funcionar a alta velocidad con dos ruedas traseras, las de tracción, vamos, pero normalmente en terreno llano o con pequeños desniveles, bien fuese en circuito o caminos asfaltados. En cuesta, la influencia del peso del motor se retrasaba sobre el eje longitudinal y resultaba más o menos constante, debido a la inclinación de la carretera, con lo que existía un mayor apoyo en la zaga del vehículo que había que aprovechar de alguna manera, obviamente.

La configuración Hillclimb (subida de colina) se estrenaba en los Auto Union Type A de 1933 aunque se hizo famosa años después —de ahí que la denominación original sea alemana—, que, además, llevaban el propulsor detrás, pero su aplicación no fue uniforme aunque cuajó entre la competencia como alternativa para maximizar rendimientos. Se podían poner ruedas de mayor radio, que se pusieron, pero la solución óptima entonces pasaba por aumentar la superficie de contacto con el suelo a una misma vuelta...

Y llegamos a quid de la cuestión. La tecnología de construcción de neumáticos no daba para hacer ruedas el doble de anchas, de manera que donde había una se pusieron dos, al estilo de las cabezas tractoras de camiones de gran tonelaje. El reparto de esfuerzo resultaba asumible para cada componente del esquema cuádruple. También se minimizaba el posible impacto de un pinchazo y, en líneas generales, los cacharros iban mejor porque podían aprovechar hasta sus últimas consecuencias el par que proporcionaba el motor, amén de que los autos deslizaban menos en las curvas...

El Type 59 Ruote gemellate fue hijo de una época concreta, donde se sobresalía, la mayoría de veces, más por maña que por fuerza. Una curiosidad, desde luego, y bonito de ver y sostener en la mano.

Os leo.

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