sábado, 3 de agosto de 2019

Pedro I «El Grande»


Sigo sin entender muy bien cómo el frikerío más casposo continúa mostrándose tan poco generoso con Pedro de la Rosa. Pasan los años pero, por lo que se ve, resisten numantinamente los posos de unas cuentas pendientes que, ¡oh sorpresa!, tampoco he llegado a comprender jamás.

Me río cuando los guardianes de la llama aluden a que el alonsismo dio lugar al antialonsismo en vez de admitir que fue éste último el que originó el primero sin que hiciese falta que apareciese Antonio Lobato en nuestras pantallas del televisor. Y me río porque el delarrosismo también surgió para contrarrestar el exceso de paladar fino de los aficionados patanegra, y mira, ahí se ha quedado...

Doy por seguro que las cosas nos habrían ido mejor a todos si Pedro anduviese arrastrándose en la actualidad, ofreciendo entrevistas sólo a quien se las pide o yendo sólo a los sitios donde le invitan aunque le haya sido necesario hacer un par de llamaditas antes; pero el barcelonés nos ha salido un hombre éxito que vive su vida sin que le haga falta contar con el apoyo del respetable. Es simpático, goza de un excelente sentido del humor, da la imagen y la voz ante las cámaras y micrófonos, como comunicador le ganan pocos y tiene tras de sí el historial completo de un piloto de carreras al que quizás la fortuna no ha sonreido lo suficiente.

Su única pega es que es español...

Aquí, en nuestro bendito país, la derrota se cotiza al alza y el triunfo es mirado de reojo o con el ceño fruncido. El frikerío siempre ha preferido comportarse condescendiente con los que cumplen el código de buenas costumbres españolas y muerden el polvo bien mordido, a tener que tolerar a los que mantienen la cabeza alta. Y Pedro se lo ha buscado, hay que reconocerlo. Mantiene su cabeza alta, se muestra siempre cercano y amigable a pesar de los pesares, y sigue siendo muy querido por los que no son patanegra, y admitámoslo, por ahí no pasan muchos, ni cuando toca recordar una de sus mejores carreras: Hungría 2006.

Os leo.

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