domingo, 4 de agosto de 2019

El diluvio, 1958 [#24LeMans 26]


Formar parte del World Sportscar Championship le suponía al ACO tener que asumir la normativa FIA (Fédération Internationale de l'Automobile) aunque, lógicamente, gozaba luego de un pequeño margen para ajustarla a la idiosincrasia de su propia prueba. En este sentido, la Federación estrenaba en 1958 un paquete de reglas enfocado a la economía de consumos, lo que supuso una reducción del cubicaje máximo de los motores a 3 litros y, por consiguiente, una pequeña caída de inscritos para las 24 Horas de Le Mans, entre los que se encontraban el español Paco Godia y un fenómeno mexicano de menos de diecisiete años al que no se dejó rodar, cuyo nombre era Ricardo Rodríguez.

Jaguar seguía contando con el D-Type y Ecurie Ecosse, aunque las soluciones dadas a su propulsor para ajustarlo al reglamento iban a suponer un hermoso Talón de Aquiles que acabaría con parte de las aspiraciones británicas al poco de haberse lanzado la prueba. Quien sí estaba preparada era Aston Martin, que atesoraba una dilatada experiencia con motores de 3 litros y estaba compitiendo en el WSC —había vencido en los 1.000 Kilómetros de Nürburgring—, lo que la llevó a traer a La Sarthe cuatro unidades DBR1S, tres en el equipo David Brown, propietario de la marca, y en manos privadas la restante y un DB3S.

Por el lado italiano sólo contaba Ferrari. Maserati, incapaz de resolver sus problemas económicos ya había tirado la toalla en el Mundial F1 y sólo tenía presencia en Le Mans en el equipo Francisco Godia con un 300S con el que el barcelonés y su compañero Jo Bonnier habían intentado correr en el Nordschleife, y en el Jean Thépenier con un 200SI. Y sí, Scuderia Ferrari era junto a Aston Martin la gran favorita a la victoria. La italiana lideraba el World Sportscar Championship después de haber vencido en Argentina, Florida y la Targa Florio con los flamantes 250 TR58 «Testarossa», y estaba representada por once vehículos, tres de ellos oficiales.

En otro orden de cosas, Porsche (Porsche KG) había evolucionado sus 718 RSK y 718 RSK Spyder y se postulaba como el equipo dominante en la categoría de hasta 2.000 centímetros cúbicos, aunque esta vez se enfrentaba a toda la armada Lotus compuesta por Lotus 11 (Eleven) y MK15, coches de precio razonable que ya empezaban a grangearse el favor de las iniciativas modestas...

De los 71 inscritos sólo arrancaban los 55 seleccionados el sábado 21 de junio. Stirling Moss, como de costumbre, puso inmediatamente su Aston Martin en cabeza, seguido a corta distancia por el otro DBR1S conducido por Tony Brooks. Tras ellos, los Ferrari y Jaguar comenzaban a librar su batalla, aunque ésta iba a durar bien poco porque los dos D-Type de Ecurie Ecosse ya habían abandonado antes de que la parrilla completase la vuelta 8.

Se habían pronosticado algunas tormentas veraniegas que visitarían La Sarthe, pero nadie imaginaba lo que estaba por venir. Sin haber cubierto las dos primeras horas de carrera el cielo comenzó a ennegrecerse y entre abundante aparato eléctrico empezó a llover primero en determinadas zonas y finalmente sobre el trazado al completo. Moss cometía un error en Tertre Rouge pero lograba reponerse aunque en la siguiente vuelta, la 30, se veía obligado a abandonar con el motor roto. Para ese instante eran tres los Jaguar que habían claudicado, así como el Maserati 200SI de Martin y Dagorne. Ferrari era líder cuando la meteorología empezó a ponerse realmente fea. Descargaba agua con furia y de manera continuada. La pista se anegó bajo un aguacero complicado por las rachas de viento, las cunetas se habían vuelto trampas de barro y la casi nula visibilidad obligó a que los coches encendiesen sus focos sin que hubieran dado aún las seis y media de la tarde.

Las horas siguientes fueron peores. Las salidas de pista y los trompos se sucedieron, así como los abandonos. Para las doce de la noche sólo circulaban 34 vehículos. Ahora bien, entre los que no lo hacían estaba el Jaguar de Brussin y Guelfi. El magnate de los diamantes sintéticos había perdido el control de su D-Type en Dunlop y salía despedido del habitáculo mientras su coche giraba en el aire para estallar al tocar el suelo y regar la pista de restos que no pudo evitar el Ferrari de Bruce Kessler. El americano quedaba magullado y con un par de costillas rotas pero llegaba a garajes. Dan Gurney, su compañero, sería el encargado de mantener el 250 TR en carrera hasta la vuelta 64, cuando las secuelas del accidente lo hacían abandonar. Brussin corrió peor suerte y falleció a consecuencia de las heridas...

Contra todo pronóstico, el Jaguar de Ivor Bueb había rentabilizado los escasos periodos en que la lluvia había ofrecido alguna tregua y, evitando todo tipo de emboscadas, circulaba primero cuando el reloj se aproximaba a las doce de la noche. No obstante, cuando Duncan Hamilton tomó el volante en su relevo, el D-Type cargado de combustible empezó a mostrarse inestable y fue alcanzado en pocos giros por Olivier Gendebien a bordo de su «Testarossa». Wolfgang Siedel hizo lo propio con su Ferrari, pero con tan mala fortuna que apuró demasiado la frenada en Arnage y tuvo que abandonar con su coche atrapado en el barro.

La madrugada había decidido ser clemente con los participantes y para el amanecer parecía que el agua y las tomentas iban a dejar definitivamente en paz las 24 Horas de Le Mans. Sin Siedel en pista, Gendebien y Hamilton ocupaban las dos primeras plazas perseguidos por el DB3S de los Whitehead. Como sucedió en 1957, sobre asfalto seco el Jaguar recuperaba el nervio perdido y Duncan conseguía tener al «Testarossa» a tiro, pero pasaba por boxes y el peso del combustible volvía al D-Type irreconocible, de nuevo. El último cat en liza perdía terreno mientras el Maserati 300S de Godia y Bonnier mostraba los primeros síntomas de que algo iba mal en su caja de cambios y la lluvia volvía a aparecer.

Prácticamente estaba todo dicho en La Sarthe. Tony Brooks mantenía su Aston Martin en la tercera plaza esperando una avería en el Ferrari de Gendebien y el Jaguar de Bueb. Graham Whitehead buscaba la cuarta posición luchando con Jean Behra (Porsche 718 RSK Spyder)... Diluviaba otra vez.

El DBR1 claudicaba a primeras horas del domingo 22 de junio y Whitehead se consolidaba en el podio tras haberse desembarazado del Porsche. Todos tenían como premisar llegar a meta a cualquier precio. Al frente seguía el 250 TR58 de Gendebien, inalcanzable. Ivor Bueb comete un error, se sale y abandona. Para las doce del mediodía los cielos comienzan a abrirse y empieza a lucir el sol. El diluvio ha terminado.

Sólo concluyen la carrera 18 vehículos, ningún Jaguar. Gendebien y Hill le dan una nueva victoria a Ferrari. Han girado en La Sarthe durante 305 vueltas. Doce detrás acaba el Aston Martin de los hermanos Whitehead, y a dos más, Porsche consigue inscribir su nombre como tercera en la general, Jean Behra y Hans Herrmann han obrado el milagro...

Os leo. 

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