miércoles, 14 de agosto de 2019

Nasíos pa matá


Inevitable hablar hoy de la mítica, siquiera porque nunca he echado tanto de menos como ahora, un hombre fuerte como el creador de la marca al frente de esta jaula de grillos en que se ha convertido La Scuderia. No es que me haya puesto nostálgico, que seguramente también, sino más bien, que empiezo a estar hasta el gorro de técnicos y gestores dirigiendo unidades de élite.

Herr doktor Marko me cae como aquel sitio, pero reconozcámoslo, es el único sargento chusquero que nos queda en la parrilla y si no fuera por su incombustible debilidad por Vettel, ahorita mismo me lo pedía como sustituto de Mattia Binotto para que pusiera orden en la santa casa de Il Cavallino Rampante, porque aceptémoslo, ahí dentro hace falta abrir las ventanas y pegar cuatro gritos bien pegados.

Estoy siguiendo la NTT IndyCar Series, como espero hayáis notado, y la diferencia más notable con nuestra disciplina es que los muros están plagados de hombres bregados en el asfalto y eso se nota en cada vuelta a cada circuito. Las decisiones se toman allí para ganar o para intentarlo, así sea el team más mierda del campeonato. Se abre una miserable oportunidad y tienes un piloto, una máquina y un equipo, juramentados a aprovecharla. Su tecnología es inferior a la nuestra, pero ofrecen quintales de mejor espectáculo porque del primero al último participan con la intención de ofrecer show a un público siempre entregado.

Crecí a la sombra de un tipo soberbio y grande como Enzo Ferrari, capaz de retirar sus coches con tal de conseguir un poquito de poder. No tenía miedo a las consecuencias y ello lo convertía en un rival jodido de vencer. Capaz, también, de amenazar a la F1 preparando un monoplaza para la Indy 500 (Ferrari 637). No, no consistía en un mero flirteo, el de Módena iba en serio porque el único camino para romper una baraja es ir en serio...

Me dejo de historias viejas. La prensa británica es normalmente irrespetuosa y cicatera con el equipo que mejor garantiza sus alubias porque desde Montezemolo para acá no ha habido nadie como Il Padrino Ferrari. Marchionne quitó de en medio al avatar de Bernie pero no consiguió la cuadratura del círculo. Arrivabene y Vettel supusieron la joint venture susurrada por Ecclestone como solución en 2015 pero se ve que la cosa no ha funcionado. Ha sido trasladar a Kimi a Alfa Romeo y mandar a Maurizio a que se tome daiquiris en una playa bañada por el sol, y que la cosa vaya incluso peor que antes.

No es para alegrarse. La Scuderia está dirigida por gañanes como John Elkann, Louis Camilleri y el aludido Binotto, y es normal que las cosas no salgan ni con un tetracampeón mundial como Sebastian Vettel al frente del equipo. Falta sangre, espíritu carrerista, un Nasío pa matá en el frontal del copete del casco de los dos pilotos oficiales. Falta, en una palabra, eso que ponía un asturiano en pista cuando venían mal dadas —no se me ofendan ustedes— porque él había comprendido mejor que sus cuadros qué es eso de ser piloto Ferrari.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El único que podría obligar a Mercedes a mostrar todas sus cartas...

Martín Caño dijo...

Amén, don José ¿Y no echas de menos a Briatore? Ese también era un verdadero cabrón-arrimaelascuaasusardina, de esos que brincaban y gritaban cuando les salía el plan, así hiciese éste enrojecer a Maquiavelo. Demasiado señorito por el paddock ¿verdad?