domingo, 22 de abril de 2018

Volvemos a Bakú


El de Azerbaiyán es un Gran Premio que tengo un poco atravesado, como en general me pasa con esas improvisaciones que metía Bernie en el calendario. Tiene sus peculiaridades, no lo voy a negar, pero si me preguntan por él sólo lo recuerdo por el cuello de botella de la parte vieja y por las anécdotas que ha sucedido sobre su pista, en general bastante chuscas, por cierto.

Apareció casi de la nada en 2016, como Gran Premio de Europa, pisando fechas a las 24 Horas de Le Mans para que ningún piloto de la parrilla cayera en la tentación que había atrapado a Nico Hulkenberg el año anterior; y lo más importante: para que ningún equipo volviera a consentir que uno de sus conductores oficiales se jugara la vida y buscara fama lejos de la hacienda familiar.

Aquello sentó como el culo a los organizadores de la mítica prueba francesa, incluso a la FIA, pero Ecclestone se salió con la suya mientras muchos aficionados invertíamos aquel fin de semana en observar qué pasaba en los dos mundos en plan multipantalla.

Aquella edición fue la de la lección de conducción de Checo Pérez. Prácticamente nadie lo recuerda, pero el modo fino del mexicano sobre el asfalto azerí y su magistral cuidado de gomas, lo llevaron al tercer cajón del podio. También fue la carrera de los botones en el volante de Hamilton, que incapaz de sacar una instrucción a su ingeniero de pista, amenazaba con insistencia por radio con pulsarlos todos a la vez por ver si así las cosas le salían tan bien como a Nico Rosberg, quien a la postre fue el vencedor de la cita.

En 2017 ya no hacían falta excusas ni juegos, y se celebró sin tontunas ni eufemismos el Gran Premio de Azerbaiyán. ¿Y qué recordamos? Pues el follón que montó Sebastian Vettel en plan matón de barrio, ¿qué otra podría ser? Bueno, miento, también recuerdo el ataque descomunal que protagonizó Valtteri cuando le advirtieron por radio que podía utilizar el Party mode en su W08 por las callejuelas y avenidas de la capital azerbaiyana. Ganaba Ricciardo, y de no ser por Bottas, Stroll no duerme en varias semanas, que bastante tuvo con soportarse a sí mismo tras el tercer puesto conseguido.

Y el caso es que retornamos a Bakú por tercer año consecutivo y esta vez os confieso que me está comiendo la intriga. 

Daniel venía a reconocer hace bien poquito que renovaría con los ojos cerrados por Red Bull si gana en Azerbaiyán. Por otro lado, y sin salir de equipo, Max necesita quitarse cuanto antes todo lo que le cayó encima en Shanghai. Hamilton, ya en Mercedes AMG, precisa salir de la modorra y subirse al carro del campeonato, y no con puntos, que a fin y a cuentas tampoco le va tan mal, sino con actitud depredadora y tal. Pero está Bottas, que a lo mejor sigue aprovechando el tirón de la incomparecencia de su compañero y vuelve a llevar la contraria a quienes piensan que es un sobrevalorao...

Y Vettel, no nos olvidemos de Sebastian, pues como el alemán encadene otra mala bola de partido a lo peor los tifosi empezamos a tirarnos de los pelos y sale el sr. Marchionne a poner orden y terminamos todos como el rosario de la aurora sin haber llegado a Canadá...

Desde luego este año hay más alicientes que los anteriores. Volvemos a Bakú y a lo mejor a la tercera va la definitiva y yo tengo que desdecirme de mis palabras porque por fin el Gran Premio de Azerbaiyán me convence más allá de las anécdotas.

Voto porque suceda. Os leo.

1 comentario:

fleichié dijo...

Esta pista parece sacar lo peor de los pilotos . Primero Lewis amenazando con estropear el volante , si su ingeniero no le pasaba las respuestas y luego a Vettel chiflando haciendo del macarra de los coches de choque .
¿Habrán construido un tramo encima de algún antiguo cementerio azerbaiyano????
Le leo maestro