jueves, 12 de abril de 2018

A quién le importa


Hoy va de friquis aunque sea tempranito, y es que si con Bernie el fandom lo tenía bastante chungo porque el boss apuntaba como objetivo principal de nuestro deporte a los septuagenarios que se podían permitir lucir Rolex en su muñeca, con Liberty Media tampoco pinta mejor, ya que la norteamericana pretende ampliar el espectro de aficionados, lo que significa, ni más ni menos, la democratización del espectáculo y también, por qué no decirlo: su vulgarización.

El fandom es un movimiento endogámico que precisa de lo exclusivo como del comer, eso y distinguirse como distinto ante el vulgo. 

Con Ecclestone lo pasó mal, francamente mal, aunque en el fondo, hay que reconocerle al friqui fandómico que supo aprovecharse de la coyuntura. FOM había apostado por perseguir cualquier iniciativa en internet con tal de preservar la exclusividad de su cotarro para septuagenarios, of course!, y la lucha contra el poder dio entidad propia al movimiento de marras, originando a su alrededor a una masa de aficionados apasionados que babeaban ante las hazañas de sus héroes y querían hacer lo mismo, claro; lo que confería al fandom mayor entidad y mayor exclusividad. Un no parar. Una locura, vamos.

Venidos muy arriba por los vientos favorables pero insensibles ante los avisos del poeta: «Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar; pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar», decidieron atacar las posiciones de los periodistas, negarlos, hacer astillas de ellos, en caso último suplantarlos, y en esto estábamos cuando llegó Liberty Media con sus nuevas ideas bajo el sobaco...

No me enredo. La de John Malone tiene las ideas muy claras al respecto de lo que será la Fórmula 1 en unos años y esto no lo para nadie.

A Carey, Brawn y Bratches, les costará trabajo alcanzar sus objetivos pero nuestro deporte ya ha comenzado a cambiar y lo va a seguir haciendo sin necesidad de haber consultado al fandom, ni por supuesto a nosotros. Liberty quiere más consumidores y le da lo mismo si conocen las analectas de Neubauer, vieron correr a Jim Clark en calzoncillos, se saben al dedillo las estadísticas de Rikky von Opel, o están suscritos desde hace décadas a una docena de Biblias de lo nuestro. La norteamerica quiere dinero a cambio de un espectáculo que consiste en que un montón de cochecitos ruedan y ruedan por un circuito, y lo sacará incluso de debajo de las piedras, fundamentalmente porque esto es un gigantesco negocio en el que hay mucho en juego.

Como Disney con Star Wars, no nos han preguntado dónde queríamos ir o si nos sale a cuenta realizar el viaje. Tampoco esperéis que lo pregunten. No importamos. Tampoco importan el fandom y su labor de zapa destructiva vestida de amejoramiento del criterio general. Así que disfrutad en lo posible y haceros el favor de no insistir demasiado en saber a quién le importa lo que pensemos o dejemos de pensar, porque me temo que no contestará nadie.

Os leo.

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