domingo, 29 de abril de 2018

Flavio no contamina


Briatore no deja indiferente a nadie, mucho menos a los que siguen empeñados en impedirle el acceso al paddock de por vida, como si el resto de integrantes de tan selecto club fuese una congregación de hermanitas de la caridad.

Confieso que llevo bastante mal esta actitud hipocritona promovida, aún hoy en día, por cariacontecidos gurúes que creen que segregando al viejo domador de hienas, el suelo que pisan sus pies se volverá limpio y sus micrófonos o grabadoras sólo recogeran verdades proferidas por un coro de ángeles. Buenos y malos, la historia de siempre. Éste no es de fiar, éste tampoco... ¿hay alguien ahí?

La piscina de pirañas, el tanque de tiburones o la timba de tahúres, están bien pero sólo como recursos literarios, no nos pasemos. Lo importante aquí para el gurú es que sus seguidores crean que sobra determinada gente, y piensen, a colación, que sus elecciones son las correctas y que su mercancía es la buena porque jamás se la compraría a éste, a aquél, a Flavio, por supuesto. Y esta visión es adoptada inmediatamente por el aficionado menos avispado, que acepta sin hacerse preguntas que su camello es el mejor del mundo porque no trapichea con impresentables como el grandullón que ocupa la parte central de la foto que abre este texto... y ¡Señor, Señor!, ¡ya estamos descontaminados todos!

Pero la realidad es terca como una mula y nos demuestra día sí y día también, que en Fórmula 1 el que no miente o no hace trampas es un perfecto don nadie, por no apellidarle con otro atributo; así las cosas, conviene asimilar cuanto antes que si metes la mano ahí posiblemente te quedes sin ella, incluso si no anda Briatore cerca.

Me gusta Flavio, para qué vamos a andarnos con tonterías. Es una barracuda, se sabe una barracuda y a nadie le oculta que si tiene oportunidad te va a morder como una barracuda. De hecho, pienso que su presencia molesta a los estiraditos precisamente porque él no baja la cabeza ni siente necesidad de dar gato por liebre.

Soy consciente de que su postura arrogante contrasta con el imperio de lo políticamente correcto, pero el problema, tal y como yo lo veo, reside precisamente en que hemos asumido que el paddock es un lugar cortés donde no se dice una palabra más alta que otra. 

Esta manera edulcorada de entender nuestro deporte nos ha sido inculcada por la siempre galante prensa inglesa y sus abundantes mamporreros patrios.  

Fair play, si menosprecias a un rival menosprecia a tu héroe —que se lo cuenten a Nico Rosberg, por ejemplo—, sólo se ama el motorsport si el aficionado está por encima de escuderías y pilotos,  y un montón de tonterías mejor o peor empaquetadas con papel de regalo y lazo, nos han ido convirtiendo poco a poco en lo que somos en la actualidad: una afición que tiene miedo a llamar las cosas por su nombre, a la que turba e intimida la sola presencia de un tipo que sabe perfectamente por qué estuvo en Fórmula 1 y por qué sigue ligado a ella.

Lo malo es que Flavio es italiano, si fuese british seguro que los gurúes lo miraban con otros ojos...

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grosjean, Bakú 2018. Y ya contabilizamos tres pícaras situaciones en lo que va de año. Hay teléfono rojo entre boxes, o no hay?