sábado, 7 de abril de 2018

Con la intención bastaba


Ya mencioné el Talbot-Lago T26 GS en la primera noche que pasé velando las 24 Horas de Le Mans [#25TLM14]. Era 2014, me dio la ventolada y me propuse escribir una entrada cada hora desde que Fernando Alonso daba el banderazo de salida hasta la terminación, al día siguiente...

Aquello terminó como el rosario de la Aurora. Entre el atardecer y la noche había conseguido escribir algunos textos extra que esperaba me servirían para dormir un rato de madrugada, pero los programé mal y encima no escuché la alarma, total: una castaña, aunque para ser el primer asalto de estas características tengo que reconocer que lo pasamos bastante bien tanto aquellos que estuvieron a mi lado jaleándome y dándome fuerzas, como yo mismo. 

La gente me ha animado muchas veces a que haga textos con suficiente antelación como para cubrirme las espaldas ante cualquier coyuntura, pero no es lo que busco.

Tampoco sé explicarlo, para qué vamos a andarnos con rodeos. Hay algo especial en clavar la primera entrada cuando los coches zarpan desde la recta de salida de La Sarthe y saber que a partir de ese instante te quedan también a ti 24 horas por delante en las que sólo podrás recurrir a tu memoria, a tus ganas y tu capacidad de improvisación con tal de aguantar como un jabato hasta donde el cuerpo aguante...

En fin, en 2015 volví a intentarlo pero el cansancio me derrotó sin compasión [#25TLM15], y en 2016 también se torcieron las cosas y todo resultó bastante peor [#25TLM16]. Descarté meterme en tamaño berengenal en 2017 y sospecho que este año también veré tranquilamente la carrera sin tocar Nürbu salvo que me dé un tantarantán de última hora...

Pero mejor nos dejamos de aventuras de Abuelo Cebolleta y vamos al lío.

Decía más arriba que el Talbot-Lago T26 GS fue protagonista de mi primera intentona [1950 Tales #25TLM14 (03)], y es que el biplaza francés era en esencia un T26 C monoposto preparado para disputar una prueba tan singular como la de Le Mans. Imagino que alguien se preguntó si el coche que disputaba Grand Prix de la época podría enfrentarse a una carrera de larga distancia, y viendo que la cosa no parecía tan complicada se adaptó el monoplaza. Más tarde le pusieron focos y a tirar, que decía aquél.

El vehículo logró la victoria en la edición de 1950 de las 24 Horas de Le Mans con Louis Rosier y Jean-Louis Rosier al volante...

Os leo.

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