martes, 10 de abril de 2018

Las gafas del sr. Cagliostro


Kevin se nos ha puesto vikingote amén de ayudar a Haas a hacer polvo mis pronósticos de pretemporada al respecto del VF-18, y ni tan mal.

Pero hoy no quiero hablar de la de Kannapolis sino, más bien, de la extrema dependencia de los pilotos de la calidad de sus respectivas monturas, de forma que gente como él pasan del Olimpo de las firmes promesas al desdén más absoluto en lo que tardamos en pestañear.

Mientras escribo estas línea inevitablemente me acuerdo de Pascal Wehrlein y la mierda de programa de crecimiento en Fórmula 1 que le planificaron las gentes de Mercedes-Benz, pero tampoco pretendo enredarme con el poco sentido que tiene llamar sobrevalorado a un conductor, sea joven o viejo, cuando el problema está en los vehículos que llevan entre manos. Porque a ver, salvando muy poquitas sorpresas, el piloto actual es lo que da de sí su monoplaza o el trabajo que le encomienda el equipo, ni más ni menos.

Así las cosas, el danés me interesa por cómo ha crecido hasta parecer un tío totalmente diferente en cuanto Haas le ha dado una herramienta con la que pelear. 

Cuando dio sus primeros pasos en McLaren (2014) pasó por ser un valor en alza que incluso fue postulado por Dennis como futurible campeón del mundo, eso sí, la cosa coincidió con su tercer puesto en el Gran Premio de Australia de aquel año que se convirtió en una bonita segunda plaza por mor de que a Daniel Ricciardo lo empuró la FIA. Y también, por qué no decirlo, con el retorno del bueno de Ron tras quitarse a Martin (Whitmarsh) de en medio; vamos, que el de Woking venía tan gallito que hasta prometió que para Sepang llegaba medio segundo al que jamás vimos asomar las orejas.

La historia de Magnussen en McLaren resulta palmaria: la escudería británica entra en declive porque para empujar al MP4/29 faltaban algunos caballos de los prometidos por Mercedes-Benz. Luego llega Fernando Alonso y él queda como piloto reserva en 2015, pero con tan mala fortuna que teniendo que sustituir al asturiano en Melbourne, una rotura de la unidad de potencia japonesa le impide participar en la prueba...

Para 2016 todo el mundo se había olvidado de cómo apuntaba maneras tan sólo dos temporadas antes. Por descontado, también de las palabras de Ron y de que el coche de 2014 lo había matado y que en 2015 fundamentalmente había tocado simulador. Así que su contratación por Renault no levantó ninguna alegría, ni lo hicieron los seis puntos que le metió a Jolyon Palmer porque éste es de Horsham e hijo de Jonathan, y a ver, Magnussen no es británico, es bárbaro del norte, concretamente de Roskilde, Dinamarca, y vástago de Jan, un individuo que atesora en su carrera mejor currículum que Palmer senior... Envidias, vamos.

Y en 2017 Kevin firma por Haas sustituyendo a Esteban Gutiérrez pero el VF-17 no es exactamente el W08 de Brackley, para que nos entendamos. Y llegamos a esta campaña y Kevin Magnussen parece otro, y lucha en la montonera y hasta puntúa en Bahrein porque el Haas chuta bastante bien. Y como la cosa es ahora evidente, la prensa empieza a descubrirnos un Magnussen distinto que en el fondo es que ha estado siempre aquí, a nuestro lado. Quizás más denso, más trabajado, más maduro, pero básicamente el mismo.

Os leo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

Muy de acuerdo con ud José. Ojalá esto le sirva de un empujón nuevo y tal vez se abran nuevas oportunidades y no sea un Pascal más (malogrado en F1 por Brackley).