Desde la caverna

Mirémoslo de la mejor manera posible: un peón, un alfil y una torre, han sido sacrificadas para evitar perder la partida. Mirémoslo ahora de la peor: un niñato privilegiado, un arrogante que ya había anunciado su retirada, y un coronel al que hacía tiempo nadie escribía, han sucumbido a la voracidad de un rey de reyes que no entiende de defender piezas cuando se mueve en el tablero con intención de ganar.

El tipo de la foto de más arriba, al que solo le falta un coro para reírle las gracias, es ni más ni menos que don Carlos Ghosn (el mismo del E.R.E. de Nissan en Cataluña), el único que cuenta en esta historia, y al hilo de la instantánea me viene a la cabeza un comentario vertido por un habitual de este blog que terminaba así: madre mía que concentración de poder... 

La verdad es que había mucha concentración de poder en la imagen que vestía Puro veneno. Estaban Flavio Briatore, Lakshmi Mittal y Carlos Ghosn en actitud amigable, pero corrían otros tiempos, para qué vamos a negarlo, tan distintos a estos que ni sabíamos de la sutileza negociadora de Luca Cordero di Montezemolo ni de sus ascendentes cardenalicios y militares, ni de cómo se puede babear ante tamañas bobadas. Es cierto que habría bastado definir la escena con un sencillo ¡cuánto hijoputa!, pero habría quedado demasiado políticamente incorrecto, demasiado incomparable, excesivamente polémico, en todo caso poco NEOCON (¡ay, la figura del líder!) y poco adecuado para un cognac demasiado añejo, tanto que de puro rancio da asco.

Como digo, corrían otros tiempos, tan diametralmente opuestos a estos en que el fascismo ha aflorado entre nosotros sin que nos demos cuenta, que no los reconoce ya ni la madre que los parió.

A lo que iba. Si tuviera que aprender a morir y a matar en el asfalto, me pediría a Flavio de maestro, sin pensármelo dos veces, porque en eso ha sido y seguirá siendo el único domador de hienas que quedaba en pie tas la desaparición de Colin Chapman y el ascenso al Olimpo de Bernie Ecclestone. Nadie como él, incomparable, mezquino y grandioso, para aprender lo que da de sí la vida, ¿me entendéis? Sin embargo, espero que comprendáis que la pobreza de Nelson y Pat no me encandilen en absoluto, y que por ello separe instintivamente a Flavio de la morralla en la que se ha visto envuelto sin entrar a valorar si ha tenido o no culpa, porque sencillamente no me importa. Y es que en el fondo le comprendo, porque en el difícil arte de sobrevivivir hay que aceptar tragar de todo con tal de sacar adelante aquello que amas y es tu sustancia, ya que la vida es infierno y te la juegas de verdad o desapareces del mapa.

Hay algo épico en su forma de morir a manos de Carlos Ghosn, como si en el fondo al italiano todo le importara un pimiento más allá de su Elisabetta y el retoño que lleva dentro. Aquiles y Agamenón, Troya de fondo. Mirémoslo de la única manera posible, Don Carlos ha ganado la partida a Max Mosley sacrificando a un general cansado y latino hasta en su inmolación. Renault parece estar salvada, y es lo que cuenta. Si hubo ardid o quimera, quedará para los imbéciles que siguen sin atreverse a llamar pan al pan y vino al vino, a los hipócritas que vieron poder donde había conjunción de astros y hoy buscan atajos, a los que rindieron pleitesía a la magia coyuntural y hoy se arriman a la podredumbre de la traición y la inmunidad delatora.