Me lo habéis leído un montón de veces: el 99% del paddock sabe perfectamente en qué está ocupado Ricciardo y a qué se debe su aparente bajo rendimiento, lo que sucede es que la Fórmula 1 está más interesada ahora mismo en dar visibilidad a los pollos de halcón que comprarán los árabes, que en atender al espectáculo que prometió Ross Brawn en 2017.
No están los que deben estar, los que sí están hacen de maniquíes en escaparate, siguen barriendo los de siempre, y el mundo continúa siendo fetén cuando Daniel se casca un fin de semana perfecto y vence en el Templo de la Velocidad. De haberse mantenido en pista Hamilton y Verstappen habríamos celebrado un podio a lo sumo, pero los astros se enredaron, y McLaren no hizo caso de los team manager que abundan en redes sociales y permitió a aussie junior cobrar el premio a una temporada dura de cojones que apenas tiene sitio para él.
Daniel debería ser declarado especie protegida, monumento de la Humanidad. Mayoritariamente se le quiere y respeta, tiene más significado F1 que Lewis, lo que pasa es que vende mucho menos que el británico aunque, a la hora de la verdad, en el Gran Premio de Italia, por ejemplo, su victoria nos volvía a mostrar que la afición prefiere antes el deporte que ofrece espectáculo que el show que se barniza de competición.
Os leo.
1 comentario:
La cuestión es señalar. Si no señalamos no es lo mismo.
Cada uno de los 20 elegidos (19 quitando a Mazepin) merecen estar ahí por manos.
Y algunos ya se han ganado el respeto de sobra. Si no valoramos que todo llega a su debido tiempo y manera eso nos lleva a una sola y cruel conclusión:
Ya no se valora el esfuerzo y el plantar semillas que necesitan de su debido tiempo para germinar con éxito.
Es triste.
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