jueves, 9 de septiembre de 2021

El sol a la espalda

Tenemos los medios de comunicación que tenemos, con sus profesionales jugándose el tipo ante la furia aficionada, y ya...

No considero que nuestros periodistas sean mejores ni peores que los de allende las fronteras españolas. Hay de todo y lo he repetido infinidad de veces, pero también es verdad que parece que aquí anda la profesión más desprotegida que en otros lares, con el agravante de que a la hora de la verdad, quien se enfrenta a una masa consumidora viciada por el balompié, que si tiene difícil no mearse en los pantalones tiene más complicado discernir qué es entretenimiento y qué es información, y no hablemos de saber escoger de qué manantial bebe, no es el jefe al que no le interesa la Fórmula 1 o el manús que define el montante de los presupuestos dedicados a nuestra actividad mientras lee la sección de fútbol de cualquier diario deportivo, incluso de la cabecera que le da de comer...

Mi difunta abuela María nos tenía dicho en casa que no se pueden pedir peras a un olmo, y no se puede. 

Gracias a la red de redes y las ídem sociales, se contrasta fácilmente que los argentinos cojean de lo mismo que los mejicanos y los españoles, igualito que los holandeses con Max Verstappen o los británicos con el GOAT. Todos barren, barremos, primero para casa y luego metemos lo demás.

Más allá de estas gabelas están los que dicen caminar sobre las aguas. No suele fallar. Afirman estar por amar el deporte más que a sus figuras pero hay que verlos cuando hay partido de pelota cómo rugen contra determinados jugadores, la alineación o el entrenador. Mienten porque todos mentimos. Fingen porque todos fingimos. Dan a entender lo que no son porque en Facebook, Twitter o Youtube, por ejemplo, resulta sumamente sencillo decir que estuviste en Monza 2006 sin tener que aclarar que contabas entonces con menos de 10 años de edad.

Tengo atardecida tonta. Llevo demasiadas horas mirando un rostro que no me gusta mientras despliego todas mis artes de chamán para que Ojos Grises remonte de la deshidratación severa que la tiene en cama desde anteayer. 

Me sale el afán perdonavidas por los poros, las ganas de reconciliarme con el universo, de recitar de nuevo «perdona nuestras ofensas como perdonamos a nuestros deudores.» Y sí, hay una cierta parte de la prensa española que también me tiene hasta los cojones de su monotema con Fernando Alonso. 

Considero que al asturiano no le hace ninguna falta y que, en el fondo, ellos están quemando cartuchería que resultará necesaria en 2022, pero hay que vivir, llegar a fin de mes, sumar suficientes lecturas por artículo como para convencer al jefe al que no le interesa la F1 lo más mínimo o al del Sporting de Villarriba, si es que existe, que define dónde y cómo recortar gastos, que nuestro deporte merece un poquito más de interés, una puta oportunidad que no se le ha dado nunca, ni con Fernando ni con Carlos ni con Álex, ni con los tantos que cabrían en estas líneas, Marc y Pedro entre ellos.

Donde manda capitán no manda marinero, y a lo peor no tenemos malos profesionales del periodismo sino unos cuadros intermedios que merecerían ser pasados por la quilla o colgados por los pulgares de la verga del mayor. 

Gracias a Dios siempre busco llevar el sol a la espalda. Este año está complicadillo, pero quizás el que viene me anime...

Os leo.

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