De nuevo veinticinco de enero, cascabel, y el aire frío de la noche se empeña en acariciar la puerta susurrando que sigues estando ahí, donde quedó varada tu sonrisa mientras te despedías porque Pablo nos acercaba al centro, insistiendo en que no hay abril bueno sin su sortilegio, ni horas altas ni bajas, como decías, sino voluntad de continuar queriendo con una hojita de romero y una miaja de comino en el puchero.
Como agua para chocolate, ¿recuerdas? Esquivel con Tita recreando en el fogón el amor verdadero, el poder de la paciencia y el cariño y la esperanza, y el sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy sanarás mañana. Y un ruego, Lourdes: allá donde estés, este año tampoco dejes de reír por ti y por nosotros, que no anda el mundo para más soledades y tristezas que las justas.
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