No diré que me sorprenda porque estoy mayor para que queden cosas que puedan hacerlo, pero sí me arranca una sonrisa la facilidad con que se sigue tragando (sin rechistar) uno de los anzuelos más viejos y roñosos que quedan en el paddock.
Vaya por delante que si hay algo sorprendente en todo lo que rodea al septuagenario boss tras su retorno a la Fórmula 1, es que, con lo que ha llovido, nadie se haya molestado en revisar los hechos y acaecidos que afectan al italiano, siquiera para ser honesto con la verdad o, estirando la cosa, por evitar seguir haciendo el ridículo.
No aseguraré que el Piranha Club se le haya quedado pequeño porque ni siquiera existe, ni que con los cráneos de los modernos racers se haría un collar para llevar al cuello, pero algo de todo esto hay cuando el recurso para intentar denostarlo en 2025 sigue siendo aludir al manido episodio del Singapurgate —penoso para la FIA y su Presidente, que quedaron con el culo al aire en cuanto el caso tocó la justicia civil, la única que vale—, y todo porque, en realidad, no quedan más balas con las que dispararle.
Enemigo declarado de Max Mosley y la prensa británica, creó de la nada el legendario Dream Team que permitió sacar pecho años después a la Ferrari de Luca Cordero di Montezemolo y Jean Todt, y dio dos títulos a Renault además del conseguido para Benetton en 1995...
Briatore se mueve rápido en las profundidades y sólo se acerca a la superficie para romperla con su aleta dorsal o morder, y de ahí viene, imagino, que la prensa especialista mire con lupa y analice todo lo que hace el jefe de un equipo que ha quedado sexto en el Mundial de este año y de momento no supone ninguna amenaza, mientras pasa de puntillas sobre circunstancias de otras escuderías que tienen infinita más relevancia para el aficionado.
Os leo.
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